Desde aquella posición podía vislumbrar el valle entero, su atalaya era desde hacía mucho tiempo un mirador privilegiado, su silueta inmóvil se recortaba contra la luna llena que esa noche alumbraba el mundo. Las ramas secas de aquel gran árbol, le servían de percha.
El era una de las maquinas de cazar mas perfecta de la naturaleza, su figura no era tan grácil como las de sus parientes de la mañana, pero lo que perdía en gracilidad lo ganaba en precisión. Sus ojos grandes y redondos, su cabeza redonda y un tercio de todo su cuerpo, sus garras afilas, su pico curvo y negro.
Era un ser tranquilo, paciente, silencioso, aunque le gustase ulular en la noche, su plumaje era pura mimetización con su entorno, si no se movía parecía un tocón de árbol. Le llamaban la muerte silenciosa, el sin querer ser pretencioso se llamaba a si mismo el rey de la noche.
Lo tenia todo, menos una compañera, hacia ya tres temporadas que no encontraba ninguna, solo pequeñas lechuzas y cárabos, pero de su especie no. Recordó apenado el día que descubrió el cuerpo sin vida de su compañera, suspendida en el aire con forma extravagante en aquellas ramas raras que cruzaban de árbol a árbol, sin hojas, sin corteza, solo con ese persistente zumbido.
El bosque y el valle habían cambiado en los últimos años. Su memoria le transporto a la época en que era apenas un polluelo recién independizado, cuando sus plumas eran casi plumón, cuando en la montaña se escuchaba las voces por doquier de sus compañeros.
El monte fue desapareciendo, cambiando los arboles por viviendas, cambiando los prados y dehesas por carreteras, cambiando las charcas, regueras y arroyos, por cunetas, canales y piscinas. La hierba dejo paso al césped, las flores silvestres a plantas sin vallas, sin semillas. Su alimento tradicional, ratones, topillos y conejos, fueron eliminados porque eran una plaga par los seres humanos. Se sustituyeron por perros y gatos.
Su valle que antes era salvaje, abrupto, enmarañado. Se convirtió en un paseo por un parque donde loa arboles y arbustos estaban domesticados. El arrollo que corría libre y que todas las primaveras se desbordaba se convirtió en un riachuelo dominado, dirigido por el cemento, las cascadas que había ahora eran las represas que evitaban que pudiese anegar la urbanización por donde trascurría.
Los sonidos de la noche habían cambiado también, los coros de ranas hacia tiempo habían desaparecido, los grillos se escuchaban menos, solo su voz silenciosa se alzaba en el silencio de la noche, mal presagio para su raza.
A el lo habían respetado, es mas le visitaban a menudo, le fotografiaban, todos estaban orgullosos por tener y proteger aun Búho real, pero no sabían que eran ellos la causa de la decadencia de su especie, no se daban cuenta de que el si nadie lo remediaba seria el ultimo cantor de la noche, y la luna se quedaría un poco mas huérfana.
Esa noche a lo lejos respondieron a su canción, lejos, muy lejos, sus ojos se abrieron mas si cabe, su oído se agudizo, sus músculos se tensaron y salto al vacío, dirigiéndose hacia donde el sonido le llamaba. Era cierto, sus sentidos no le habían engañado, en el valle del otro lado de la montaña, allí donde el hombre aun no había llegado divisó la silueta de una hembra. Un fogonazo hizo que perdiera el rumbo, que quedase parcialmente ciego. Del resto no recordaba mucho solo que al despertar estaba con la hembra, en una especie de cueva, con muchos seres mirándolos, a trabes de lo que parecía una cascada de agua, pero que como comprobó era dura como el hielo. Triste se dio cuenta que había perdido su libertad, al menos la hembra era joven, y no le rechazaba, esperarían el momento para huir, y tendrían su descendencia en lo profundo del bosque.
Desde fuera dos ornitólogos, miraban satisfechos la nueva pareja de Búhos del zoológico. Era probable que fuese una de las últimas parejas, ahora esperaban con ansia que se apareasen, que criasen. Se odiaban a ellos mismos por haber tenido que capturar a ese ejemplar tan soberbio, pero sabían que si no lo hacían correría al final el mismo destino que su compañera, morir en los cable de alta tensión. La hembra era la tercera generación que nacía en cautividad. Para ella los seres humanos eran como su familia, y el macho que veía era el primer macho adulto y salvaje que había conocido, seria un buen progenitor para su descendencia. Todavía tenían esperanza, su raza podría vivir una nueva generación.
Ella agradecía a los humanos el cuidarla, el darle compañero. El maldecía a esos seres por quitarle la libertad, por robarle su naturaleza.
¿Y tú que piensas de los seres humanos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario