De verde y morado vestida, los nuevos brotes cubrían la zarza, sus flores blancas y rosadas se abrían anunciando las ricas moras que en la próxima estación estarían dispuestas para su consumo. Al borde del rio poca gente se fijaba en ella, solo cuando entregaba sus frutos dulces a cambio de algún pinchazo. Había estado infinidad de estaciones, al principio un simple sarmiento, que bebía del espejo del remanso que el arrollo hacia a sus pies; Poco a poco fue creciendo, sus ramas, sus espinas, sus frutos, tomaron posesión de aquella orilla.
Quien no ha disfrutado alguna vez de la explosión de sabor, de frescor, de dulzura de una mora, que chiquillo no ha ido a coger en verano sus frutos cerca del rio, y se a tropezado “sin querer” para caer a las frescas aguas del remanso que esta a sus pies. Recuerdo de pequeño ir al pueblo y mi abuela decirme vete a por moras para hacer mermelada. Siempre volvía mojado, pero feliz, siempre llevaba la mitad de las moras que había cogido, eran tan dulces, y el rio estaba tan lejos de casa de mi abuela.
Hoy paso de vez en cuando por aquel recodo del rio, la zarza sigue allí, mas grande, con mas ramas, ya no es un arbusto, es como un pequeño bosque insondable, el rio sigue fluyendo con su agua clara, lo único que echo de menos son el croar de las ranas, la mermelada y a la mujer que la preparaba. Ha crecido y ha envejecido, yo he envejecido, el rio sigue cantando su eterna canción.
La vida, mi vida es muchas veces como esa zarza, se cubre de espinas, pero siempre entre medias hay una flor, una dulce fruta. También hay veces que yo me cubro de espinas para ocultar, para proteger a los míos. Dicen que cuando una espina de zarza te araña, su marca queda para siempre, por experiencia se que es cierto, mi alma esta marcada de arañazos de esa zarza. No me duele la sangre perdida, al final siempre ha compensado por la dulzura de la mora que cogí.
Ahora hace poco descubrí que hay zarzas sin espinas, que dan moras tan dulces como las otras. Es como nuestra vida actual, no queremos arañarnos para disfrutar, solo queremos lo fácil, sin pensar que tras ese muro de vegetación puede que se encuentre el prado mas verde y menos pisado. Mis cicatrices curaron, dejaron señales, esas señales son el recuerdo que me ha hecho aprender a ser más cauto, a no meter la mano precipitadamente dentro del arbusto; dentro de la vida.
Quiero saber que aun tengo sangre, quiero volver a sentir el arañazo de la vida, aunque sea doloroso, al final descubres que ese dolor como la herida se cura, y queda el dulce jugo de una mora en tu boca. Que el verano traiga de nuevo las zarzamoras, el trigo dorado, la fresca sombra, el remanso del arrollo cantarín. Ojala pudiera traer en una tormenta algo de la juventud no aprovechada, pero como eso no es posible seguir soñando con el recodo, con la zarza y paladeando el aroma de los veranos pasados, de los veranos futuros.
y anda que no me he pinchao yo veces con las zarzas
ResponderEliminaranda que no me he pinchao veces con las zarzas
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