Hace tiempo hice un viaje, el lugar no importa. Pues siempre es el final, lo que importa es como llegue allí. La gente que te encuentras, las anécdotas que te suceden, los paisajes que descubre, admiras y pierdes.
Mi aventura no es para llevarla al cine, pero es mi aventura, puede que no fuese a hoteles de lujo, ni viajara en limusina, pero donde dormí, pude acumular las imágenes de ese día, y como fui me llevo, aunque fuese un trasto viejo con mas ruido que velocidad.
No me encontré ni con actores famosos, ni con modelos exuberantes, pero conocí a personas llenas de sabiduría, llenas de amabilidad, gente anónima que tenían algo que decir, que buscaban oídos al que dejar su historia.
No descubrí el templo maldito, ni encontré el arca perdida, pero las cosas que sucedieron a mi me parecían y me parecen importante, aunque si las contara serian absurdas, porque no se puede contar algo que te hizo gracia., y esperar que los demás lo entiendan es absurdo.
Bueno el viaje comenzó como todo en el principio, organizar la ruta, decidir que llevarse, discutir (porque todo viaje tiene mucha discusión antes de salir, durante y al final por no hacer caso de lo que te dicen), meter a ultima hora en la mochila que ya no tiene espacio, eso que a ti te parece superfluo, pero que es imprescindible.
Sales de casa, cierras. Y piensas con la llave aun en la cerradura, ¿He apagado las luces, el gas? y entras de nuevo en casa para comprobar por tercera vez que si lo habías echo.
Sales a la calle, miras el cielo, si n una nube y piensas, ¿para que abre puesto yo los impermeables?, si solo es un fin de semana en el camino. Y justo antes de llegar a la estación de tren se nubla y cae una tormenta de aúpa. Pero claro los impermeables están al fondo de la mochila, quien lo iba a pensar.
Calado, con la mochila desecha, llegas a la taquilla de la estación. Por favor dos billetes para Pamplona. La señora por decir algo de enfrente tuya, te dice que solo queda un billete en primera y otro en turista, que no vale la visa, que para que vas a Pamplona con este calor, que si no prefieres ir a San Sebastián, que se esta mas fresquito y tiene mar. Tu callado, esperando, al final te consigue dos billetes de turista para Pamplona. Y te das cuenta de que la pobre estaba tan necesitada de viajar, frustrada por solo poder despachar los billetes del tren que su cháchara es para poder ir un poco contigo.
Te montas en el tren, pero las mochilas dice el revisor que son muy grandes y que las facture, pues otra vez al vagón de equipajes a decirle al mozo que no que no nos deja el revisor llevarlas en el vagón.
Te sientas en frente de una señora, muy elegante que nos mira como diciendo donde irán estos desarrapados. La verdad es que con la ropa de monte, las chirucas, tenemos una pinta. Que viaje, la señora nos enseño las fotos de todos sus nietos.
Cuando escuchas el traqueteo, o lo escuchabas, porque ahora los trenes son como aviones no sientes nada, sabes que estas de viaje, que las vías te llevaran a tu destino. A quien no le ha invadido el sopor con ese ruido, es como una nana tocada por un conjunto rock. Y los asientos tan incómodos, pero tan acogedores, y ese vaivén como de brazos de madre.
Tras innumerables paradas, tras pasear por los pasillos mirando por las ventanas, viendo los postes de la luz pasar como barrotes de una reja. Tras abrir la tartera en el compartimento, y repartir entre todos los que estamos allí nuestras viandas. Yo tortilla, yo filetes empanados, yo un poco de lomo de orza, etc. Un pan comprado en la parada de Burgos, un vino de una bota que tiene su culo negro de los apretones recibidos a lo largo de su uso.
Tras un revisor que pasa y te pide el billete, te pregunta y tu a que vas a Pamplona con el calor que hace, mejor haber ido a San Sebastián que es más verde y tiene mar. Se ve que llevan comisión los de Renfe con San Sebastián. Al final notas que el tren chirriando vuelve a frenar, y oyes en el anden Pamplona, el tren parara durante 15 minutos, la campana y un silbato. Las despedidas, un beso a la señora elegante abuela de innumerables chiquillos, o solo de dos pero que tiene fotos de ellos como de una vida.
Vas al vagón de equipaje, coges tu mochila y el mozo te dice mira que venir a Pamplona con el calor que hace, mejor ir a San Sebastián que es más fresco y tiene mar. Una sonrisa, una carcajada reprimida. Mochila a la espalda, y sales de la estación, de la sombra protectora.
Pamplona que luz, que ciudad, que calor, porque no nos habremos ido a San Sebastián, que es más verde, más fresco y tiene mar.
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