La semilla que tiempo atrás sembró con esperanza , empezó a romper la costra reseca de su prisión, el niño asombrado porque esa mañana vio en su tiesto como una serpiente verde pugnaba por salir de dentro de la tierra, corrió con la maceta en la mano para poder enseñársela a todos. No sabia que tipo de planta seria, si seria comestible, pero sabia que si la hacia crecer y crecer, llegaría a las nubes como el cuento que había oído de la boca de su abuelo, y que allí en el cielo, mas arriba de las nubes estaba un castillo de un gigante. Eso tenia que ser verdad porque el había oído como arrastraba los muebles en tiempo de tormenta.
La maceta era de barro cocido, la tierra la habían cogido del jardín que había al final de la calle, la semilla se la había dado su abuelo, era mágica, era una semilla de sueño y fantasía, eso decía su abuelo, y su abuelo era muy listo. Su abuelo siempre acertaba con las cosas, además sabia tantos cuentos, tantas historias. Su abuelo también era un gigante, pero estaba arrugado porque no podía bañarse mucho. Si se metiese mucho en el agua se hincharía como los garbanzos, y crecería, creceria y seria de nuevo un gigante, a el ya le parecía un gigante. Por eso cuando se le caía agua encima el corría con un trapo para secarle (no fuese a ser que creciese y llenase toda la casa aplastándome).
La vida era simple en aquella época, todo era una cosa u otra, no había medias tintas, todo era verdad o mentira. La mente aun no desarrollada, no educada, no contaminada del rapaz, solo tenía dos caminos en cada cuestión. Si ó no. Blanco ó negro. Verdad ó mentira. Bueno ó malo.
Todo es sencillo, pero se complica, la semilla creció, la planta se seco, sin alcanzar las nubes, las desilusiones llegaron. El abuelo según dijeron un día sus padres salió a pasear y con tan mala suerte que el gigante que vivía en las nubes y movía los muebles hizo que cállese una tromba de agua, empapándole haciendo que sus arrugas desaparecieran y se convirtió en otro gigante: Según papa y mama subió al cielo, porque en casa ya no podía vivir.
Yo he mirado muchas veces cuando hay tormenta, haber si los veo mover los muebles, haber si veo a mi abuelo allí mirándome, sonriéndome, siempre espero que esta vez las judías mágicas agarren bien, y produzcan una planta que me permita ver de nuevo a mi abuelo querido. Mi padre me dijo que el también se estaba convirtiendo en un gigante. ¡Claro yo no le creía!, entonces me enseño una arrugas que tenia en las manos y me convencí.
En mi familia todos somos gigantes, todos crecemos, crecemos y luego para poder vivir en nuestras casas nos arrugamos, nos arrugamos, lo único que no tenemos que hacer cuando estamos arrugados del todo; es salir cuando mueven los muebles los gigantes. Porque sin nos mojamos subiremos ha vivir con ellos.
Sabéis una cosa, yo quiero arrugarme y cuando llueva me iré a pasear porque quiero volver a ver a mi abuelo.
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