domingo, 27 de diciembre de 2009

La calle en silencio

Hoy mi camino me esta acercando aun pueblo abandonado, lo veo a lo lejos aun, pero se que esta muerto, de sus chimeneas no sale humo, no se escucha mas que el sonido de mis paso, no oigo ladridos de perros, ruido de gente, ecos de vida.
Me hace sentir triste, inventar en mi cabeza mil historias de porque ha pasado. Me acongoja pasar por la primera casa, y ver su tejado medio caído, los postigos de sus ventanas y puertas arrancados. La imagen que acude a mi mente es la del cráneo de un cadáver, carente de carne, carente del alma que son sus habitantes. Veo un largo banco que corre pegado a la fachada, imagino a sus habitantes antaño sentados haciendo sus labores, hablando, contemplando el camino para ver si venia un viajero. Pienso en la cantidad de vivencia que sobre ese banco se han desarrollado.

Amores, duelos y llantos, comadreos, decisiones importantes, decisiones vánales. Cuantas noches de canícula ha servido para ver las estrellas, cuantas noches ha servido para sin decir nada se decía todo. Se que fue lo ultimo que utilizaron los habitantes de ese montón de escombros antes de irse. Apoyaron el bulto con sus pertenencias, cerraron con llave la puerta que hoy esta ausente, de la que hoy solo quedan algunos trozos de cerco y algún tabla negra y podrida por el suelo. Fue la ultima mirada de ellos alejándose por el camino por el cual desando su marcha, huida, destierro, mudanza. Imagino que un pueblo como un ser humano termina muriendo, que al final le faltan las fuerzas, que llega al final de su existencia cuando su sabia que son sus pobladores se van o se mueren, o tal vez envejecen.

He visto tantos pueblos agonizando, tanta tristeza en sus pocos moradores, tanta ilusión y amabilidad, como intentando seducir al viajero, para que se quede, para que con su estancia, con su aportación, con su sangre alargue la vida del pueblo.

He hablado con muchos últimos habitantes de pueblos que estaban tocados de la enfermedad del olvido, todos me dicen que no están tristes por que sepan que ya son viejos, que se morirán pronto, que lo que les duele, que los que les hace sentir amargura es saber que en sus calle, en sus plazas en sus rincones, nunca mas nadie reirá, amara, peleara, luchara contra un mal año del campo, celebrara un nuevo nacimiento. Quien tocara las campanas de la iglesia para anunciar su muerte, quien recordara lo que paso, lo que fue. La ilusión de sus ojos, su amabilidad contigo, el intento de seducirte para que seas tu el ultimo y no él; no es egoísmo, es el deseo de todo ser humano de perpetuar su recuerdo.

En mi viaje he pasado por pueblos rehabilitados, pueblos abandonados que han sido reconstruidos, pero que al fin y al cabo no son el pueblo que hacia X años se quedo deshabitado, es un nuevo pueblo con nombre viejo. Es como ocurre con las ruinas que se encuentran cuando se hace un edifico nuevo. Se cubre con escombros el pasado. Se olvida que en esa calle jugo un niño con un aro de metal, o que en aquella reja tapados por una manta dos amantes se prodigaban su amor atreves de los barrotes.

He de seguir caminando, no es buen lugar un pueblo abandonado para pasar la noche, terminaría embrujándome, atrayéndome, seduciéndome. Si me quedase seria yo el que echase escombros sobre un recuerdo. De esta manera, abandonado, sus piedras caídas, sus calles desiertas, son como las lapidas de un cementerio, solo se sabe su nombre, cuando nació, cuando acabo allí, pero es el pueblo abandonado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario