La fluorescencia de la pantalla, me hace mirar el paisaje que tengo en ella, como una ventana al mundo exterior. Me invita a entrar, a sentir la luz, a olvidar la frialdad de la electricidad. Me seduce con el olor de la sal, mi cerebro imagina al ver el mar. Mi alma me arrastra para que sienta en mi cara la brisa refrescada por las minúsculas gotas de agua, que arranca cuando las olas al romper, se convierten en espuma blanca.
Dentro de mis zapatos, amordazados por los calcetines, siento o mejor sueño con notar el calor abrasador de la fina arena blanca. Mi piel suplica escondida entre cien capas de ropa, que la amnistié, que la libere, para poder conjugarse con el calor que se aprecia en la imagen estática. Imagen que yo trasformo en la fantasía de mi cerebro cansado, en mil dimensiones., en mil sensaciones., en mil y una emoción.
Los sabores y olores se mezclan hasta formar una sensación nueva diferente indescriptible, el tacto y la vista se unen para sentir en la piel la luz, el azul del horizonte, el blanco de la espuma. El sonido y la imaginación, te hacen oír música en el viento, voces en las olas.
Cuando abro los ojos ya no estoy delante del ordenador viendo la fotografía de la pantalla, estoy en la fotografía de la pantalla. Miro a través de ella, veo el gris de la ciudad amaneciendo, el gris sucio y manchado por miles de coches, de miles de papeles, de miles de personas que van cabizbajas, con pensamientos grises, igual que yo antes de entrar en la fotografía, Les llamo para invitarles a que vengan a la arena, a pasear por el horizonte, a mojarse los pies desnudos en la orilla de la playa. No me oyen, no me ven, no me sienten.
Decido mirar el mar. Me siento. Sujeto mis rodillas con mis brazos, triste sustituto de un abrazo a otro cuerpo. Estoy a gusto pero no siento alegría. No siento alegría, porque no he podio hacer que pasasen a este lado los caminantes malhumorados a los que he llamado. De repente, poco a poco, a mi lado siento como se va materializando alguien, alguien que como yo se ha dejado seducir por la fotografía de pantalla. Su paisaje no es el mismo. Yo le cedo mi playa, el me cede su selva. Otro mas se nos une, ahora son sus montañas nevadas. Otro con sus corales sumergido, otro con su cielo estrellado.
Si, es cierto al final me han oído, y han pasado al otro lado. Cierro los ojos y siento en todo mí ser.Un sonido como el canto de un pájaro, hace que vuelva mi cabeza, al principio es dulce, delicado, persistente, continuo, monótono, hace que abra los ojos para ver que pájaro es. Al abrirlos, la playa, la selva, la montaña, las estrellas, etc.… Han desparecido, sustituidas por la luz roja del despertador que anuncia que son las 6,30 am. El sonido del mar y del pájaro es el chirriante bip, bip.
Hay sueños que no deberían acabar, este es uno de ellos.
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