martes, 23 de marzo de 2010

Despertar

La tierra húmeda, fragante, exudaba una neblina pegajosa. Ese halo vaporoso difuminaba los contornos como un cuadro pintado con acuarelas; pintado por manos inexpertas pero a su vez dotada de una sensibilidad que solo la naturaleza puede otorgar.

Hace tiempo detuve mi viaje, por causas que no viene al caso, hoy al abrir los ojos un paisaje nuevo, pero con ciertos parecidos a lo que en mí deambular he visitado. Mis ojos tardan en acostumbrarse a la luz, al sol, a la neblina. Una explosión de color, rompe los diques de mi mente que hasta hace unos momentos soñaba en colores pardos, en colores faltos de luz.

El tiempo, el movimiento, los sonidos complementan la mezcolanza de sensaciones que como la primera vez impresionan a este viajero. No importa el lugar, ni la dirección, no importa si hay sendero, camino de tierra, carretera asfaltada; solo importa que vuelvo a moverme. Me doy cuenta de que estar quieto e inmóvil viendo pasar al resto del mundo hace que mueras más deprisa, que te resignes a lo que te llegue, que no escribes tu destino.

Las nubes a veces no son de lluvia, ni de tormenta; son de problemas, de pesares, de dolor. No descargan nunca esas nubes, y si tú no intentas escapar de su sombra, tampoco puedes escapar. Con esto no quiero decir que haya que huir de los problemas, pero si que no hay que resignarse a que como la marea alta te ahoguen. He pasado demasiado tiempo encallado en una bahía llena de restos de otros naufragios, de restos de vidas incompletas, tenia miedo de zarpar cuando la marea alta reflotaba mi vida, al fondo veía espuma de rocas
.
Prefiero hundirme en el arrecife, a pudrirme por no intentarlo. Veo muchas nubes, negras en el horizonte, plomizas. Ayer hubiese cerrado los ojos y me hubiese dejado envolver por ellas, esperando que se acercasen. Hoy que el viento sopla, pongo proa hacia ellas, sin miedo de las rocas sumergidas, sin miedo a los rayos, los truenos, las olas, se que cuando esas nubes hayan pasado encontrare de nuevo un horizonte limpio. ¿Que seria de nosotros si todo fuese tan fácil y regalado? ¿Como podríamos apreciar lo bueno, si no conociésemos lo malo?

Cuando comencé el viaje de mi vida lo hice con una mochila casi vacía, luego la fui llenando de cosas, recuerdos, problemas, posesiones innecesarias, ahora he vaciado la mochila, y solo llevo las ganas de llenarla de nuevo y la amistad de los que he ido conociendo en mi ruta. Con poca cosa se anda más ligero. Me gusta mirar atrás, no es que sea una persona que vive de sus recuerdos, pero el paisaje es diferente cuando avanzas hacia el y cuando te alejas. Todo tiene un derecho y un envés. Todo es relativo, nada es todo.

Espero haber limpiado bien el fondo de mi morral, haber quitado las manchas que mis lágrimas han dejado por la tristeza. No me apetece seguir cargando con la melancolía, prefiero llenar mi bolsa de sonrisas, de anhelos, de deseos, de proyectos, de sueños. Son menos pesados, no me quiero marcar un tiempo, ni un ritmo, llegare cuando tenga que llegar.

La vida al fin y al cabo solo se vive una vez, muchos caminos nunca los andaré, otros muchos serán a menudo pisados por mis idas y venidas. Tendré muchos cruces, bifurcaciones, desvíos, opciones; y cada una de ellas hará que mi destino cambie. Eso me gusta, me gusta saber que no se nada, que no tengo un destino fijo.


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