lunes, 31 de mayo de 2010

Tras la tormenta

Las primeras gotas fueron como obuses que creaban cráteres en el reseco suelo, un olor a tierra mojada se fue extendiendo por el ambiente, la neblina de las miles de gotas de agua que salpicaban al romperse contra la tierra sedienta, hacia que el ambiente se convirtiera en un baño turco, el cielo gris, los rayos a lo lejos, el zumbido del trueno al iniciar su crescendo.

Sin previo aviso, como vino la nube, como vino la lluvia, se fue, el viento que precedió a la tormenta se calmo, el suelo húmedo, el calor del sol, crearon un bochorno más asfixiante aun que la canícula que precedía al chaparrón repentino.

Nada parecía que había cambiado, solo el tono limpio y verde de las hojas, la quietud volvió, el verano avanzaba, el tiempo siempre se volvía a repetir. Entre las ramas de los arboles los pájaros se sacudían las plumas ahuecándolas, sus trinos y gorjeos se iniciado justo antes de la lluvia, llegando a su máximo esplendor después de caer la ultima gota, ahora el calor los enmudecía.

El minutero del día avanzo, el segundero de la estación se había parado, como todo en aquel paraje, La tranquilidad, la quietud, llego hasta instalarse en el otrora ruidoso bosque, no era un silencio de miedo, era un silencio de sueño, de descanso. Aunque el bosque nunca esta callado, a lo lejos el sonido de una piña al caer contra la pinocha que ahora empezaba a secarse, el crujido de la corteza de los arboles, al evaporar la humedad de sus recovecos.

La neblina densa fue ascendiendo, pintando en el sol, que se escondía por los roquedales de las montañas un arcoíris fantasmagórico. Parecía que el mismo astro estuviese sudando por el calor que el producía. La tarde dio paso a la noche. La luz dorada a la plateada, el silencio al canto tímido de los grillos, al zumbido monótono de las chicharras, al roce de las ramas por la brisa de la noche.

Como vino se fue, todo en un instante mágico, todo esta para quien sabe sentir. El sol, la luna, la lluvia del estío, el aroma del campo, el sonido del silencio. Todo pasa, pero todo vuelve, nada permanece igual; cambia levemente, pero la costumbre no deja que veamos esos cambios, porque somos los primeros que cambiamos y nunca nos damos cuenta.

El viejo mundo, se viste de adolescente cada mañana. Nos da una lección, quien quiera aprender; no necesita mas que mirar, escuchar, tocar, oler o sencillamente hablar. Aunque pensamos que nadie nos escucha, seremos un sonido mas del bosque, unas notas en el viento, una canción del calendario que como las hojas del árbol se va renovando.

Mira pues hacia tu sombra, ¡anda deprisa! o ¡despacio!, tiéndete en un fresco prado, bebe de las gotas del roció de la mañana, vístete de hiedra y deja que la madre te acune, no midas el tiempo por un reloj, no apuntes los días que pasan, no cuentes las estaciones. Vive cada instante aprendiendo de lo que sientes, ese es el tiempo que ha de marcar tu vida, mi vida, la vida de todos los seres de este pequeño, pero maravilloso universo que es nuestro planeta.

jueves, 27 de mayo de 2010

Laberinto

Miro con ojos entornados a tu horizonte
Fuego dorado, luz del ocaso
Líneas desdibujadas, mariposas chispeantes
Tarde final de una larga jornada

Hoy, mañana, el resto del tiempo
Antes, ayer, mi vida pasada
Sombras alargadas que tocan el futuro
Reflejos negativos de la felicidad

Miedo al amanecer, al futuro
Incertidumbre, laberinto en espiral
Circulo concéntrico de la diana del destino

Dardos afilados de duras caídas
Esperanzas, sueños, hielo dorado
Tiemblo ante un futuro, ante una vida

miércoles, 26 de mayo de 2010

Ocaso

Con las manos vacías a este mundo llegue
Con la piel de sangre manchada, desnudo
Con la mirada borrosa, llorando
Con ansias de vivir, con miedo de la vida

Sin nada mi vida empezó, solo con amor
Sin odio, sin ira, sin ambición comenzó
Sin nada he de terminar, solo recuerdos
Sin camino para andar, sin luz

La vida que se me regalo, gracias
El tiempo que he disfrutado, fortuna
Miradas a lo lejos, horizontes perdidos

Con las manos vacías llegue y así me marchare
Mi tiempo no ha llegado, tu amor si
El ocaso aun espera, tus besos llegan.

martes, 25 de mayo de 2010

Dorada tarde

Los paso en el silencio, retumban
La avenida vacía de luz callada.
Ritmo sincronizado de pasos rápidos
Luz mortecina del día acabado

Horizonte de fuego dorado
Paisaje negro, alma muerta
Viento parado de fragancia inocua
Ritmo sinuoso del corazón agitado

Tarde calma de primavera
Noche queda estrellada
Nubes negras de tormenta

Pies cansados que se detienen
Belleza irrepetible pero efímera
Tiempo de truenos lejanos

viernes, 21 de mayo de 2010

El viejo chopo

Apoyada en su cayado, frágil, encorvada, toda con el uniforme negro de los ancianos de la aldea. Solo un toque de color en el mandil, solo un toque discordante en el pañuelo de la cabeza. La anciana renqueante avanzaba por el camino de tierra que unía el cementerio con la villa, camino que conocía hasta sus últimos detalles, aquel paseo era su rutina desde hacia 25 años.

Este año todo estaba mas lejos, todo pesaba mas, ella con sus casi 100 años era una superviviente, tenia en su cuerpo la marca de las estaciones, su piel antaño tersa y sonrosada, se había ido trasformando en la imitación de la corteza del viejo chopo, aquel que estaba al inicio del camino que saliendo de la villa, iba hacia el cementerio y saludaba, o despedía a los que iniciaban el viaje del que nunca se volvía.

El otoño de ese año estaba siendo muy templado, las flores, los frutos aun estaban luciendo su esplendor en los arboles, en los prados. Las cigüeñas de la torre de la iglesia remolonas aun no habían iniciado su largo viaje. Los arroyos que rodeaban el pueblo bajaban casi secos, las hojas de los arboles se coloreaban con los dorados de aquel atardecer, con el rojizo de las mañanas.

Despacio, pero sin pausa, lentamente, esquivando los baches y las piedras, su camino se acababa, las tapias de piedra se asomaban, los vigilantes solitarios siempre firmes, de un verde grisáceo que eran los cipreses marcaban el final del camino y la puerta que estaba guardada por una cancela de hierro forjado. Ella siempre había pensado que no se necesitaba tanta seguridad para aquel recinto de paz. Allí se debía estar muy bien, pues nadie había regresado después que lo hubiesen llevado, en su cara arrugada una mueca que quiso parecer una sonrisa se formo ante aquella ocurrencia.

Cuando alcanzo el agarrador de la cancela, lo empujo, un chirrido metálico resonó en el valle. Los pájaros asustados que estaban en los arboles de alrededor emprendieron su vuelo. Al traspasar aquella imaginaria línea entre lo humano y lo divino, su mente se adapto a la solemnidad de las lapidas de mármol. Su recorrido comenzó entre las lapidas, a todos los conocía, todos de algún modo habían sido parte de su vida. Sus paso lentos vacilantes, acompasados por el sonido de la madera del bastón contra las losas del suelo, la dirigían hacia los lugares conocidos, primero sus abuelos, sus padres, aquel hijo que murió nada mas nacer.

Al fin llego, la lapida negra, siempre brillante, con letras esculpidas en una cruz del mismo material. Allí descansaba aquel que nunca le dio paz, aquel que la hizo sufrir durante 50 años, aunque no todos los años fueron malos se decía ella misma. Otras mujeres habían tenido peores maridos, ella al fin y al cabo no recibía palizas siempre.

Se sentó en la lapida que estaba enfrente, la de su suegra, la pobre mujer que había sufrido como ella la dureza de un hombre rudo, pero que nunca había tenido un gesto de cariño para con ella. Quien la viese no diría que hacia eso de sentarse en la lapida como un agravio, ella lo hacia aposta, lo hacia como venganza, ahora le ponía el culo en la cara. Era la única maldad que había echo en su larga vida.

Allí sentada, saco un hatillo, un pañuelo atado, dentro de el había unas pasas, cogió una y se la puso en su boca carente de dientes, el dulce sabor le lleno la boca, miraba la lapida de su difunto marido, sabiendo que la paz ahora y desde que lo enterraron si era posible, también sabia que nunca mas nadie le pondría la mano encima otra vez, recordó las ultimas palabras que le dijo cuando metieron su caja en la fosa, palabras susurradas, palabras quedas, amargas.
Recordó las lagrimas, lagrimas de tristeza, odio, amargura y felicidad.

Hoy solo le venia a decir que a ella pronto le llegaría el turno, que otro dia mas había podido ver la luz, el sol, que la vida era un regalo, que su única esperanza era vivir un día mas. Esperaba que el día que ella se despidiese del viejo chopo, no la enterraran con el, tenia dispuesto que la enterraran con sus padres y el hijo que murió. No podría soportar toda la eternidad yacer al lado de aquel miserable, sabia que eso le dolería mas que cualquier otra cosa.

Se levanto, paso un trapo por encima de la lapida. Se fue hacia la salida del cementerio, cerro la cancela que volvió a chirriar, ahora ante sus ojos se veía el viejo chopo, la torre de la iglesia, el camino, se veía el final de un día mas. Mañana podría volver a sentarse sobre su suegra, o quizás mañana la trajesen a hombros. Bueno su vida había sido larga y nadie esta para siempre, solo el viejo chopo para decirnos adiós.

jueves, 20 de mayo de 2010

Indiferencia

No me niegues, no me ignores
No te mientas, no te engañes
Ódiame, grítame, échame de tu vida
Pero nunca dejes de mirarme.

Rutina maldita que matas la vida
Ruina de vida que ponzoñas la alegría
Veneno enquistado en perlas negras
Veneno de cansancio, que me paralizas

El momento cruel de la indiferencia
El sentimiento muerto de no sentir
El frío de otoño en pleno verano

Recuerdo tus labios, tu piel
Añoro tus manos, tu cuerpo
Deseo tu amor, tu pasión

miércoles, 19 de mayo de 2010

El príncipe destronado

De sus ojos brotaron dos lágrimas, eran como perlas que se deslizaban por su sonrosada cara, miro hacia atrás, vio el desastre. Las manos le ardían, las rodillas escocían como mi le hubiese salpicado aceite hirviendo, en su garganta atenazado, amordazado, había un grito que el conscientemente se había negado a liberar. Lo que mas le dolía era haber fracasado, no las heridas, su orgullo había sufrido un varapalo.

Ahora, sacudiéndose el polvo que había llenado toda su ropa descubrió un roto en los pantalones, sangre en la palma de las manos, magulladuras que en el momento no había notado. Las lagrimas habían dejado en sus mejillas sucias un sendero, la sangre de sus manos había manchado su camiseta. Quien le mirase creería que estaba herido gravemente, pensó él.

Se dio la vuelta, miro su bicicleta que hasta hace un rato era nueva, y descubrió arañado el guardabarros, torcido el manillar, rozado el sillín. Pero todo tenia arreglo, lo que no sabia arreglar era lo que les diría a sus padres que estaban con su hermana recién nacida sentados en un banco en el parque, no podía llegar llorando ¡el ya era mayor! Tenía que cuidar de su pequeña hermana y no podía llorar. Aunque le dolía mucho y hubiese querido que su madre hubiese venido corriendo a abrazarle. Pero no se habían dado cuenta y él lo prefería así.

Armándose de valor, después de enderezar el manillar como su padre le había enseñado, se volvió a montar, con su precario equilibrio de quien aun no ha terminado de dominar esa nueva disciplina, zigzagueando por el paseo arenado del parque, se dirigió hacia la fuente, tendría que asearse un poco antes de ir a contarles a sus padres el terrible accidente. Al llegar a la fuente vio a una madre y a su hija; la madre usando un pañuelo pequeño, muy parecido al que llevaba su madre. Le limpiaba los churretes a su hija con fuerza como si en vez de hilo el pañuelo fuese de lija. Espero paciente, la mujer reparo en el, abrió los ojos mucho exclamando ¡señor!, si es que sois como la piel del diablo, veras cuando te vea tu madre.

Despacio, cogió agua en el cuenco de su mano. Le escocía muchísimo, la poca cantidad que le quedo, fue a parar a la rodilla que ahora estaba al descubierto, el pantalón arremangado, menuda costra que le quedaría. Tras asearse(o eso creyó que hizo él) monto en la bici y se dirigió hacia su destino, esperaba que sus padres no se enfadasen mucho.

Sus padres le vieron llegar, también habían visto su caída; su madre quiso salir corriendo para abrazarle, pero su padre le había dicho que esperase, que le diese la oportunidad de actuar solo. Hicieron como que no le veían, como que no oyeron el golpetazo, pero mirándole sin que se diera cuenta, se tranquilizaron al ver que se había levantado, se sintieron orgullosos de su forma de actuar.

Ahora le veían acercarse renqueante, a cierta distancia vieron que se bajo de la bici, como la cogía por el manillar y andando a su lado se acercaba cojeando. La rodilla le tenía que doler, pensó su madre. A pocos metros vio como las lágrimas le volvían a brotar, como un hipido le salía de la garganta, ese grito se transformó en un quejido. Vio como su padre se levantaba, se acercaba a él, como se agacho hasta que sus ojos se quedaron enfrente. Oyó como su padre le pregunto. Pero no quiso entender las palabras, solo escucho que su voz no le regañaban, que solo se preocupaban. Soltó la bici, abrazo a su padre por el cuello y se dejo llevar por sus sentimientos, por el dolor, por la incertidumbre. Sus padres aun le querían, la niña era uno mas de la familia, sus temores eran infundados. Siempre estarían allí para curarle las heridas.

martes, 18 de mayo de 2010

Sentado

El peso de la vida, liviano
Sin carga en mi espalda, ligero
Sin nada en mi mente, tranquilo
El corazón limpio, sereno

Destino ingrato de vicisitudes mil
Castillos de dudas son duras rocas
Fuego ardiente de deseo apagado
Miedos disueltos por la certera verdad

Cansado, dolido, aquí me encuentro,
Dejando pasar el tiempo que no tengo.
Derrochando la vida ya pasada

Sentado contra un árbol apoyado
Mi vista en el horizonte perdida
El camino parado, mi vida sigue.

lunes, 17 de mayo de 2010

Esperanza

Detén la lengua viperina,
que como látigo utilizas contra ella.
Detén el dolor que tu infliges,
contra quien amor te da.

Abandona el corazón que emponzoñas,
cambia el color de la sangre negra.
Rompe las cadenas con que la atas,
dale las alas que la cortaste.

Ladrón de sonrisas, de ilusiones.
Asesino de sueños de amor y futuro.
Dictador de una mente a ti entregada.

Este daño sin luz, sin vida, sin sueños
Esta noche oscura del miedo
Mañana aunque no quieras será su luz.

viernes, 14 de mayo de 2010

Estatuas de sal

La mayoría de las personas creían que aquello era pasajero, todo en esta vida tenia fecha de caducidad, los ancestros decían:” no hay mal que cien años dure”. Todo pasaría, pasaron las guerras, pasaron los tiempos del hambre, pasó la vida, para algunos deprisa, para otras eternas, para otros efímera; igual que la belleza de una flor.

Todos los reunidos se miraban unos a otros sin saber que hacer, sin saber donde ir, sin querer ser el primero en dar el primer paso o decir la primera palabra. Todos esperaban que la responsabilidad recayese en otro.

Ya nadie se acordaba de cuando fue su último movimiento, ya nadie recordaba cuando se escucho la última palabra, en su piel notaban el frio de la noche, el calor del medio día, la lluvia de la tarde.

Cada minuto que seguían allí inmóviles, parecían más estatuas, detenidas en el tiempo desde el día que recibieron el último golpe de cincel de su creador. Su metamorfosis estaba siendo inversa a la del cuento de Pinocho. Sus carnes se volvían roca, madera, metal.

Un pájaro osado, una paloma audaz, un gato perdido, eran los únicos que se movían por entre el bosque de piernas, eran los únicos seres vivos que hacían por no estancarse, pienso que era el instinto de supervivencia, que por desgracia los seres humanos van perdiendo.

Los móviles se habían silenciado, las baterías se habían gastado, la ropa se iba cubriendo del fino polvo gris de la contaminación que día a día desaparecía. El hambre y la sed ya habían pasado, el cansancio por estar en la misma posición se olvido; es mas, se les había olvidado hasta moverse.

Algunos empezaron a no pensar, el tiempo seguía avanzando, otros solo miraban hacia el cielo, hacia el frente, hacia la persona que tenían al lado. Todos miraban sin ver, con mirada vacía. La inmovilidad, la apatía, la falta de decisión, poco a poco los iba trasformando en estatuas.

Algo se tenia que hacer, pero ¿Qué? Silencio. Solo impasibilidad.

Paso mucho tiempo, el mundo había dejado de sonar artificialmente, solo se escuchaban sonidos naturales, aquel grupo de hombres ya no era mas que formas, troncos de arboles sin ramas, rocas cubiertas de musgo, la carne se fue sustituyendo por barro, por serrín, por retazos deshilachados de lo que antes eran vestiduras.

Todos estaban dormidos, con el sueño profundo del olvido, con los ojos que eran de vidrio velados. Con el corazón parado, con la sangre seca, todo por no haber sido capaces de dar un paso aunque hubiese sido solo para tropezar y caerse. Para tropezar y levantarse.

Ahora, noto como mis músculos tampoco se mueven, veo que los demás no quieren decir nada, hacer nada, pero yo no quiero ser otra figura de terracota, prefiero sentir dolor, hambre, angustia, miedo. Prefiero perder para poder intentar ganar de nuevo. No nos paremos, no dejemos que los demás lo hagan por nosotros. Aunque sea poco hagamos algo.

jueves, 13 de mayo de 2010

Trazos

Arcoíris, puente del cielo
Puente de sueños inalcanzable
Agua y fuego, colores
Verdad impalpables, fantasía

Espejismo, mar de dunas
Agua en el horizonte infinito
Fuego y agua, calor
Ilusión y deseo, cruel engaño

Amor platónico de interminables palabras
Mil y una cartas empezadas
Una carta que nunca mandas

Pasión, imagen de sueño realizado
Sin tiempo para fantasías o sueño
Sin mentiras, sin engaños, sin miedos.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Ruleta rusa

La bola gira, se mezclan el negro y rojo, se difumina, pero los ojos solo miran la línea blanca que dibuja en el borde superior la bola. Se oyen susurros, ordenes de apuesta, se mueve el dinero, se cambian billetes por fichas. Joyas, trajes, humo, copas de bebidas espirituosas, maquillaje en exceso, frentes perladas por el sudor de la angustia.

Todos expectantes, cambiando su primera apuesta, otros firmes como rocas, algunos juegan con sus fichas, antes que el crupier ante la atenta mirada de el jefe de mesa diga ¡No va más! Se oye la voz seca de un hombre con la tez blanca, con los puños rojos por la tensión, que empujando un montón de fichas dice todo al 13.

Se hace el silencio, y toda la mesa lo mira, silencio efímero que dura 1 segundo escaso, todos piensan este hombre esta loco, lleva toda la noche jugando al 13 y ya ha perdió una fortuna. Pensamiento pasajero, porque su atención se centra en mirar sus fichas, en desear con toda su fuerza que la caprichosa bola se pare en el número que ellos han apostado.

Suena el golpeteo de la bola contra las costillas de la ruleta, el toc, toc, cada vez mas lento, hasta que se queda quieta girando como en un tío vivo, segundos eternos, las cabezas giran al ritmo del circulo de colores, intentando adivinar el numero, vislumbrar si es el suyo, mirando el color, que es lo primero que la incertidumbre descubre.

El crupier comienza su letanía, dice numero, color y si es par o impar. Suspiros, maldiciones, silencios graves, exclamaciones. Todos expresan en cierto modo su frustración, su alegría, su angustia, todos excepto el ganador, Que únicamente aprieta más los puños, los aprieta tanto, que las uñas se clavan en su carne, el crupier, recoge las fichas perdedoras, usa una rasqueta, pero para muchos parece una guadaña, es como si segaran el campo de las ilusiones.

Cuenta las fichas ganadoras, el 13 y pone tres montones de fichas de colores dorados y plateados, al lado del montón que hacia menos de 1 minuto había apostado aquel hombre impasible. Las del el negro, pone las misma que habían apostado, los conservadores, la del impar igualmente, luego están los que juegan a múltiple, y van cobrando según el riesgo, Con la misma guadaña que utilizo para atraer los frutos de la ala suerte empuja los de los afortunados.

El hombre impasible, pide que le recojan las fichas, que se las lleven a caja. El despacio, después de que le den el comprobante que no mira, se sienta ante la barra del bar, pide un trago, enciende un cigarro, solo entonces se da cuenta de que sus manos sangran, se da cuenta del dolor de sus músculos, descubre la angustia acumulada, respira hondo aspirando el humo. Es el primer cigarrillo, desde hace un año. Ahora sabe que sus problemas económicos han acabado, sabe que el resto de su vida no necesitara más dinero.

En el bolsillo interior de su americana junto al comprobante, hay una carta. Después de apurar las ultimas gotas de su bebida, se levanta se dirige a caja, presenta el comprobante, pero a la vez saca la carta. Leída hasta la infinidad, desgastada por sus dedos, las letras impresas e impersonales de una impresora. Una especie de mueca ms que una sonrisa se dibuja en su cara, la relee una vez mas mientras en cajero, va contando billetes multicolores, haciendo paquete, y el piensa que cada paquete es como un deseo a cumplir. El tiempo ya no importa, su vida siempre ha estado marcada por las cartas impersonales.

Coge el dinero, ni siquiera escucha el importe, ni le importa tampoco, solo sabe que hay 10 paquetes, solo sabe que hay diez deseos. Mañana será otro día, hoy al salir mira el nublado cielo, a través de la maraña de nubes vislumbra la claridad de la luna. Anda despacio, sabe que el amanecer de ese día marca el comienzo de su cuenta atrás. La vida nunca es breve ni es larga, la vida es como tú quieras mirarla. El ahora la mira a la cara, y cuenta el tiempo por deseos realizados, por sueños cumplidos.

No necesita más que un momento para comenzar a cumplir esos deseos y sueños. La carta en su mano, ahora ya no tiene sentido, la arruga, la deja caer, antes de que toque el suelo, el viento como si de un aliado suyo se tratase la hace rodar, volar, perderse. Para el es símbolo de que lo de atrás, las malas o buenas noticias quedan borradas, Puede que pronto, muy pronto después de cumplir aquella lista de cosas que quería hacer sus prioridades cambiaran o no tuviese prioridades.

Pero realmente nada importaba, solo el instante, solo él y sus circunstancias.

La ruleta rusa de la vida esa noche no había echo que la bala estuviese en la recamara, le había concedido una noche mas, ahora su consigna seria aprovechar cada momento como el ultimo. Su figura se fue perdiendo entre las sombras de la noche y las nubes. El es otro anónimo mas, nadie se acordaría de que gano en la ruleta, ni siquiera de su nombre, ni como era. La bola seguía rodando, el crupier gritando ¡no va mas! La bola sonando toc, toc, toc. La gente alegrándose o decepcionándose.

martes, 11 de mayo de 2010

Es de locos

La locura por no saber de ti
La fiebre por desearte
El miedo por perderte
El deseo de encontrarte

Locura desenfrenada, en un largo beso
Fiebre descontrolada, nuestros cuerpos
Miedo primigenio, estar separado
Deseo inagotable, verte a mi lado

Cuerpo por mis manos soñado
Piel caliente que mis labios encienden
Manos expertas que moldean mi cuerpo

Escultora de mis sueños
Señora de mi tiempo
Amante, amiga, dueña de tu destino.

viernes, 7 de mayo de 2010

Silencio

Silencio roto por palabras sin sentido
Palabras absurdas que nada me explican
Realidad fantástica de tu cuento falso
Venda que quiere cegar mi conocimiento

Canción de sirenas, de rocas el final
Lengua viperina, ladina, ponzoña, matas
Odio en salivazos, de frases escupidas
Silencio violado por malas palabras

Calla, escucha, calla, no mientas
Deja que disfrute de mi paz solitaria
No quieras que asienta, ni te de la razón

Derrochas sin sentido tu bien preciado
Matas la paz del momento, robas la tranquilidad
Silencio, roto, silencio perdido.

jueves, 6 de mayo de 2010

Circulo

No todo tenia que ser tan complicado, penaba mientras caminabas sin rumbo fijo, complejo si, complicado lo hacíamos nosotros. Creía firmemente que aquello tenia que ser fácil, que no tenia porque dar vueltas a esa idea, las cosas sencillas, son las mejores, la verdad siempre por delante era mejor. En la mano, agarraba fuertemente aquel objeto con el que se había empezado a ha hacer aquella pregunta.

La calle estaba animada, ya no recordaba el día de la semana, ni siquiera el mes, solo sabia que aquel tenia que ser su día, solo sabia que hoy era el día critico, el día de inflexión, Todo dependería de una pregunta y una sola respuesta, a partir de esto seria su vida diferente.

Miro el reloj que llevaba en su muñeca, lo miro sin verlo, sabia que llegaría a tiempo, pero los nervios le volvían a jugar una mala pasada: Sus oídos estaban sordos, sus ojos solo miraban hacia delante; parecía que le hubiesen puesto como a los caballos antiparras, para no distraerse de su verdadero destino. Sus pies, sus piernas su cuerpo se aceleraban a un ritmo marcado por los impacientes latidos de su corazón.

En su boca se formo el amargor del miedo, de la ansiedad. Volvió nervioso a sacar la mano del bolsillo y a mirar el reloj, La otra apretó más el pequeño objeto. En sus manos el sudor se iba formando. No entendía porque le estaba pasando esto. Todo debía ser sencillo, porque complicar las cosas.

Había quedado a la hora mágica, donde el sol tiñe de anaranjados los colores azules del día, el lugar era incomparable, una rosaleda, con un lago al fondo, en uno de los escasos parques de aquella monstruosa ciudad, El sonido de una fuente de mármol con unos cisnes que eternamente estaban petrificados en el circulo de la misma, Allí solo se podía adivinar el murmullo de la gran ciudad, el resto era pájaros, agua, risas de niños.

Volvió a suspirar por enésima vez, a lo lejos vio la entrada del parque, el paisaje cambiaba drásticamente, se cambiaban los troncos rectos y metálicos de las farolas, por los troncos rugosos, retorcidos y desiguales de los arboles que flanqueaban el camino de tierra. Pero hasta la naturaleza estaba encerrada tras un murete de ladrillo y una valla de hierro, como si el hombre negase a la naturaleza, naturaleza domestica, una libertad condicional para invadir el reino del cemento y el asfalto.

Después de andar 10 minutos dentro del parque, llego a la plazoleta que formaba la fuente y las rosas, miro hacia todos los lados, miro el reloj, miro hacia el cielo, al horizonte, miro a su interior, y no vio nada, ni a nadie. Aun era pronto. Decidió dar una vuelta al lago, pasear lentamente para calmarse, meditar que le diría o como se lo diría. Porque tenía que ser tan complicado todo.

Ella había llegado hacia una hora, paseaba, miraba a su alrededor, tenia miedo, miedo a que no viniese, miedo a que no se atreviese a preguntarla, pero esta vez seria ella quien tomase la iniciativa, desde su posición le vio, vio su nerviosismo, vio su ansiedad que corría pareja a la de ella, vio sus ademanes nerviosos, Intuyo en la mano un paquete pequeño primorosamente envuelto. Observo que se había cortado el pelo, que estrenaba ropa y que se marchaba del lugar de encuentro. Horrorizada tubo el impulso de gritarle, de ir corriendo hacia allí, pero saco la mano de su bolsillo, miro su muñeca y vio que era aun muy pronto; o puede que fuese tarde, que tenia que haber sido mucho antes lo que ocurriría hoy.

Le vio pasear alrededor del lago, andaba despacio, mirando el lago, pero sin verlo. Ella se fue encaminando hacia la fuente, despacio, midiendo los pasos con los de el, no quería llegar antes ni después.
Estaban formando un circulo, cada en busca del otro, cada uno con sus miedos, sus angustias, sus deseos. Cuando en la lejanía empezaron a sonar las campanas de las iglesias, anunciando las ocho de la tarde de aquella preciosa primavera, ellos confluyeron cada uno por un lado de la plaza, sin decirse nada se encaminaron, hacia el banco, llegaron al unisonó, se tendieron las manos, se miraron a los ojos, se besaron y se sentaron.

Ella estaba ansiosa, el angustiado. Ella empezó a decir algo justo cuando él abría la boca, se produjo un incomodo silencio. Se miraron, sus labios se unieron, sus manos se acariciaron, sus ojos se fundieron. Él saco la cajita, se la entrego en silencio, ella sabia que lo que contenía aquella cajita podría cambiar toda su vida. La tomo y la puso en su regazo, mirándola con ansia y miedo. Lentamente la fue desenvolviendo, sin romper el papel, en su interior se descubrió una pequeña pero laboriosamente labrada cajita de madera, levanto el pequeño broche de latón que la mantenía cerrada.

Era sencillo y dorado, en su interior, se veían unas letras: El tomándole la mano a ella, le dijo: no lo leas. Te diré lo que pone: “tú y yo lo demás no importa”. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, lanzo la pregunta, ¿quieres compartir la vida conmigo? No esperaba respuesta, no sabia que diría ella.

Ella callada escuchaba sin oír, en sus ojos lagrimas de alegría, deseo y miedo se formaron, en su garganta un grito se amordazo, convirtiéndose en un tímido susurro acompañado con un movimiento de cabeza. En su mente solo una idea le rondaba, porque era tan complicado, porque una simple palabra, complicaba lo que ambos sentían.

Mañana seria otro día, un día sin miedos, con esperanzas, ahora era un momento de respiro, de alivio, de pasión. Ahora todo era sencillo. Besos, caricias, atardecer en el parque. El aroma de las rosas volvió a notarse, el frío de antes de la pregunta y la respuesta, se convirtió en cálida ternura. Ahora todo era sencillo por que complicarlo.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Aliento

Que temprano te levantas,
acompañas al roció, a la bruma,
Que temprano te levantas,
robas el primer rayo de sol.

Son tus paso los primeros, en silencio
Los latidos de la vida acompasan tu corazón
Son tus gestos los inicios del día
Tu aliento en niebla se convierte

Mañana de luz dorada
Sombras de negro carbón
Aire azul gélido del norte

Compañero de la noche
Amigo de la mañana
Dueño de tu destino.


martes, 4 de mayo de 2010

Los inventos del TBO

El Bolsillo notaba las pocas monedas que le quedaban, en una mano un helado, en la otra el balón, los pantalones cortos dejaban ver las escuálidas piernas llenas de heridas, de suciedad, de mil aventuras, de 8 años de vida. Al pasar por delante del quiosco, vio el ultimo numero del TBO, ese no lo tenia, si con la paga no se hubiese comprado las bolicas de anís y el cucurucho de helado, aun podría tener para comprase aquellas cuatro hojas coloreadas, aquellos inventos que alguna vez había intentado llevar a la practica. Bueno, el helado estaba muy rico, y le quedaban las bolicas de anís. Seguro que”el Chema” se lo compraba y se lo dejaba leer; el lo había echo en muchas ocasiones.

Como si le hubiesen pinchado, desvió su atención hacia otra cosa, vio a otros niños que corrían hacia el descampado, salió corriendo el también, sujetando solo el cucurucho de barquillo, el helado ya se lo había comido. Al correr las monedas tintineaban como campanillas, los zapatos marrones, se iban llenando de polvo, el sol iluminaba con fuerza, creando con su sombra un negativo impreso en el suelo, pero fugaz y etéreo. Al llegar al descampado, se dio cuenta que la noche de antes que había llovido, dejo el terreno de juego tan lleno de agua, que no podrían jugar al balompié.

Todos los críos al borde de la charca que hasta ayer era un secarral, contemplaban el pequeño mar, el lago donde seguramente viviese un monstruo, donde en pocos días habría renacuajos. Las piedras planas se volvieron el tesoro más preciado, el balón pasó a quedar arrinconado. La primera piedra silbo, en un ángulo casi horizontal en dirección a la superficie de espejo radiante del agua. Con el primer contacto, un bote, otro y así hasta cuatro. Todos los demás críos rieron, aplaudieron y lanzaron sus piedras. Yo he hecho cinco, yo he hecho tres. Una algarabía increíble, rompía el silencio de aquel domingo por la mañana.

Pronto se empezaron a cansar de esa actividad, a uno de ellos se le ocurrió tirar una lata vieja que había por aquella escombrera que era para ellos su país de nunca jamás, ahora las piedras que buscaban eran afiladas, como torpedos, la idea era hundir el acorazado, que intentaba invadir su país. Las baterías de costa. Carlitos, Luisto, Chema actuaban a su orden lanzando andanadas de obuses, en “el mar” que tenían delante ondas producidas por el impacto de los proyectiles, levantaban olas que zarandeaban las oxidada y pacifica lata. Algunas se acercaron peligrosamente, manchando de agua el interior, el caso. Otras o no llegaban o se pasaban
.
Irremediablemente una de ellas, ya por tino, ya por suerte, impacto en medio del “acorazado”, haciéndole zozobrar y hundiéndolo rápidamente. Todos se quedaron callados, durante un eterno segundo, para con gritos salvajes, con hurras, con risas, con ¡he sido yo! Reanudar su mañana del domingo. Mañana que se estaba pasando rápidamente, de golpe oyeron las campanas de la iglesia las once. Su madre lo iba a matar, tenia que ir corriendo para ir a misa. En aquel entonces la misa en domingo era ineludible, sino ibas porque estabas enfermo, la veía en la televisión.
Como si uno de los obuses que habían lanzado antes hubiese caído en medio del grupo, cada uno salió disparado para un sitio diferente, cada uno con lo que había traído, todos sucios y llenos de barro.

Voló más que corrió, entro en el portal de su casa, oscuro, fresco, subió las escaleras hasta la primera planta, llamo a la puerta con los nudillos, aun no alcanzaba al timbre. Su madre desde detrás de la puerta ya le echaba la bronca. Al abrir la puerta su madre exclamó un juramento que ese día la haría tener que confesar, más que un juramento era una blasfemia. Le agarro de la mano, y le dio un azote, que el no sabia si era para sacudirle el polvo, o para prepararle para la paliza que le daría si lo volvía a repetir. Lo que el no entendía era que siempre pasaba lo mismo y nunca le daban la paliza. El caso es que le metió en la bañera, con ropa y todo, lo desnudo y le echo un barreño de agua templada. Con el estropajo le froto, las rodillas, los codos, las manos, las uñas. Todo esto sin parar de farfullar, luego le seco con aquella toalla tan grande. Le peino, con mucha colonia, con la raya al lado, le puso los zapatos negros de charol, los pantalones cortos y la camisa blanca, le dejo como un pincel.

Su madre se cambio en un momento, su padre con traje y corbata, también estaba muy elegante, hasta el enano, que aun casi no sabia andar, estaba guapo. Los puso en fila a todos como un sargento, para pasar revista, un toque en el pelo, un apretón en el nudo de la corbata, una caricia a la barbilla del chiquitín. Y toda la familia en marcha, todos juntos.

Que infancia aquella, cuando todo eran tan sencillo, que tiempos en los que la guerra era solo una aventura en la charca, que felicidad mas sencilla, mas tranquila. Que tiempos en los que la imaginación era el mejor juguete, donde el Domingo salía toda la familia junta, cogidos de la mano, donde vías a tus compañeros de batalla, que hacia menos de una hora estaban cubiertos de barro y sangre de la batalla naval, como un pincel (aunque siempre duraba poco). Donde todos se saludaban, donde se vivía sencillamente. De eso hace ya casi 40 años, entonces que poco me importaba, la política, la crisis, la hipoteca. Se era feliz con un balón de reglamento, o una canica de acero, o una peonza con punta.

Ahora vuelvo de vez en cuando la mirada a ese tiempo, me veo, enclenque, con mas rozaduras que un borrico viejo, con aquellos pantalones cortos subidos muy alto, con aquellos calcetines, también subidos muy alto, con el flequillo y la raya, con el olor de la colonia. Y me sonrió, me gustaría que los niños de hoy sintieran esa inocencia, que hoy no existe. Bueno pues cuando queráis quedamos en la charca, a tirar piedras a una lata (eso si, sin pantalón corto, que ya no tengo las piernecillas de antes).

lunes, 3 de mayo de 2010

Muñeca rota

En el suelo tirada, rota, olvidada
Con colores del arcoíris, con cara de cartón
Perdida por los años de juego
Hija olvidada, amiga de tardes de merienda

En un montón de restos de ilusiones
De la inocencia perdida, el recuerdo
Cuantas noches a ti abrazada durmieron
Cuantos secretos a tus oídos contaron

De trapo e hilo son tus carnes
De lana tu pelo, de retales tus ojos
De tierno aroma era tu alma

Juguete viejo, cuantos sueños
Juguete con alma de niño
Muñeca rota de mujer convertida