viernes, 30 de abril de 2010

Un viaje

Un creciente murmullo me golpeo al abrirse las puertas de la estación de autobuses. El sonido de la megafonía se mezclaba con el ronroneo de los motores de los vehículos encendidos, con el traqueteo de las ruedas de las maletas, que sus dueños como bestias de carga arrastraban por el pavimento adoquinado. Un continuo parloteo de fondo dejaba escuchar palabras inconexas que como prófugos intentaban salir del encierro de las conversaciones mezcladas.

Era muy tarde casi media noche, el resto de la ciudad había cambiado su frenético ritmo por la quietud solo rota por algún coche que con su ocupante somnoliento se dirigía a su casa, o se preparaba par ir a trabajar, de fiesta, o cualquiera sabe su destino. Algún barrendero, algún jardinero regando los pequeños rincones verdes de la gris ciudad. Todo ello bañado por las luces ámbar y mortecinas de aquel alumbrado.

Había decidido ir en autobús hacia mi destino, prefería esto a otro medio de trasporte, no sabia porque pero hacia tanto tiempo que no montaba en uno de ellos que deseaba inconscientemente recordar alguna de aquellas excursiones que de niño hacia con el colegio. Recordar el pasillo central los asientos de atrás (que siempre eran par los malotes de la clase), el guardar la mochila en la parte de abajo del autobús, el poder sentarte en la ventana para mirar como el paisaje se trasformaba de ladrillo a campo. No se tal vez buscaba en algún asiento de aquellos aquella perdida inocencia, aquel tiempo que ya no volvería, aquella camaradería que con diez u once años crees que es para siempre.

La estación terminal de autobuses tiene ese olor especial que no tiene ninguna otra terminal de trasporte, es un olor a despedida definitiva, mezclado con olor a diésel, a aceite de motor, a cuero de las maletas, a sudor, al miedo que todo viaje desata en el ser humano, pero cuando vas a la de tren y ves que se va la persona a la que despides siempre te quedan las vías que te sirven como el hilo de Ariadna para llegar al final del laberinto, en el aeropuerto es tan impersonal, que solo sabes que entra en una habitación y pasados unos días sale de otra, en un puerto la estela que deja el barco al marcharse se va diluyendo, pero marca el rumbo. Un autobús no deja mas que humo, y las luces de freno al girar, pero no sabes nunca donde ira.

Los altavoces zumbaron, por encima del continuo murmullo escuche que anunciaban la salida de mi ruta. Salí de mi abstracción y me dirigí hacia el anden que indicaban, mis manos como siempre buscaban desesperadas el billete, no os pasa a vosotros, que lo tenéis en la mano durante un montón de tiempo, lo guardáis en un bolsillo, ¿y se os olvida en cual lo dejasteis?. Entro en la dársena numero 9, no esta mal el numero, un autobús pintado de mil colores, con el numero 919, con un cartel luminoso que indica todas las paradas, que marca con ritmo acompasado el viaje, va pasando ante mi.

Me acerco a las tripas del monstruo de metal, le alimento con aquella mochila que tantos viajes ha hecho, me dirijo a la parte de adelante donde una señorita vestida de azafata aérea (que contradicción) recoge los tiques, subo los tres peldaños que me separan de la plataforma de asientos. Realmente cuanto han cambiado el interior ahora parece un avión ha perdido aquella rancia decoración de mi niñez, asientos anatómicos, televisión, aire acondicionado, ventanas panorámicas, cortinillas enrollables, cinturones de seguridad. Por un momento después de sentarme y cerrar el compartimento que tengo encima de mi cabeza, desorientado miro por la ventana haber si veo las alas. Todos los trasportes se han “normalizado”, para imitar el interior de los aviones, que craso error, hubiese sido mejor que se hubiesen intentado parecer a los trenes de antaño, con sus compartimentos.

La espera es corta, después de pasar e ir llenando el interior, después de los perdones por el pisotón, por el me permite el asiento mío es el de la ventana, el me podría cambiar el sitio es que vamos juntos y nos han separado, etc., el conductor, uniformado, se sube, a su habitáculo,(porque ahora van aislado para que nadie hable con ellos, o por miedo al contagio, valla Vd. a saber) se oye el motor de arranque, una vibración como un terremoto recorre el vehículo y a todos los viajeros. Por el altavoz se escucha la dirección, las normas de viaje, la película, las paradas. Nos movemos, salimos del oscuro garaje a la oscura noche. Que pena mis recuerdos de un viaje en autobús no se corresponden con este viaje, pero lo importante es que después de mucho tiempo reanudo el interrumpido viaje, voy donde deje la etapa, y tendré una semana para seguir el Camino de Santiago.

Tal vez viajar en aquel medio de trasporte ha sido una escusa, tal vez ha sido la búsqueda de la realidad, seguramente fue porque era mas barato, o puede que sea por que esperaba ver a allí delante agarrada a los dos asientos primeros del pasillo a aquel profesor que nos llevaba de excursión, que nos hacia cantar, que nos mandaba callar. Bueno todo cambia, la vida, el compañero de viaje, el paisaje y sobre todo yo.

Espero y deseo que el camino siga inalterable y eterno, es algo que no cambia, eres tú y el sendero, tus pensamientos y el destino. Es el amanecer y el calor del medio día, la sombra, el arroyo, el frío y la lluvia. El final, el destino, los peregrinos que encuentras, las historias personales. Hoy reanudare una historia que deje hace tiempo, volveré ha intentar terminar ese camino. La noche, me lleva hacia la etapa, montado en una caja de metal y cristal, espero que al amanecer vea la iglesia del pueblecito que me despidió hace años.

jueves, 29 de abril de 2010

Agridulce

Sentir, vivir, nacer, morir
Palabras de vida, palabras
Odiar, matar, mentir, huir
Veneno de la humanidad, maldad

Giros inconstantes sin rumbo
Muros de lamentos infranqueables
Lagos terribles de maldiciones
Envidia tormentosa, celos

La vida es luces y sombras,
sonrisas amargas, llantos de alegría,
la vida es una ruleta rusa

Todo principio tiene su fin,
Mermelada de naranjas amargas
Contradicciones agridulces del destino


miércoles, 28 de abril de 2010

VILLAPARAISO

Lentamente, el día se iba acabando, levanto su cabeza y miro al horizonte, su frente marcada por mil arrugas y surcos que el sudor había echo en el polvo que le impregnaba todo el cuerpo, dibujaba el mapa de una vida de trabajo y esfuerzo, su pelo ahora de color de la ceniza era antaño negro y rizado hoy después del trabajo había pensado acercarse un rato al pueblo. Su vida era un círculo rutinario, solo roto por aquellos días de asueto en que después de toda la jornada en el tajo visitaba a los amigos en aquella triste taberna.

Cuando empezó siendo joven pensaba que en poco tiempo tendría suficiente dinero para poder volver a su hogar, de eso hacia ya 15 eternos años, todo había sido al principio muy duro, ahora con mas años lo era mas, nadie le ayudo, nadie le dijo cuando empezó a cavar que ese no era el sitio, pero poco a poco fue aprendiendo, Su jornada empezaba antes del alba y acababa cuando el sol se escondía o una gran tormenta hacia peligros estar en la explotación.

Fue con varios amigos desde la miseria de su vida de agricultor, al infierno del buscador de oro en la selva de su país, como muchos otros jóvenes a sus 35 años ya era viejo, ya había visto morir a sus amigos, el era un superviviente, pocos aguantaban la mina mas de 10 años. Se había echo rico en dos ocasiones, en dos ocasiones se había arruinado. El oro ese caprichoso metal manchaba sus manos a menudo, con forme llegaba el dinero se perdía, bebida, comida, mujeres.

Había conocido el amor hacia años, se enamoro de una prostituta que había llegado a las minas hacia unos meses, cuando la novedad paso el empezó a visitarla. Fue bonito mientras duro, pero también eso se acabo.
Hoy se tomaría un buen vaso de caña, comería unas ricas judías con carne seca, un café bueno, luego escucharía algún disco mil veces oído de aquella maquina multicolor, leería los diarios que tenían mas de una semana de antigüedad, y esperaba que muy borracho se encaminaría hacia su cabaña. Esa noche no tenía el cuerpo para mujeres.

Vivía frugalmente, su cabaña era un techado, con una plataforma de madera y una amaca entre dos postes, un hogar de piedra donde cocinaba y dos bolsas de red colgadas del techo con sus pertenencias, no tenia puertas, no tenía paredes. Para que las quisiera allí si te querían robar lo hacían sin miedo al castigo. Antes de ir a la taberna tenia que para a cambiar el polvo de oro y las pepitas que había encontrado durante la semana anterior, poca cosa, pero suficiente para poder aguantar otra semana en la zanja que era su mina.

Esta vez cuando encontrase otro filón lo ahorraría y se marcharía. Se lo repetía infinidad de veces, pero sabia que no podría vivir en oro sitio que no fuese aquel infierno. Sabía que la vida y la muerte estaban en aquellas paladas rítmicas, en aquel cerner la tierra, en busca de brillos delatores. Era un prisionero de su ambición, un prisionero sin cadenas, pero atado más fuerte que si tuviese cadenas.
Vio a otros compañeros pasa a su lado, se dirigían hacia las primeras luces que se veían a lo lejos, las luces de la calle embarrada de la que irónicamente se llamaba Villaparaiso. El levanto por penúltima vez su pico, y lo hundió en el pegajoso barro, lo dejo allí, coloco la pala y la herramienta contra la pared de la zanja, nadie se las quitaría, se froto las manos, las llevo a su entumecida espalda y se enderezo. Todo su cuerpo estaba cubierto de una costra gris seca y polvorienta de barro, sus pies desnudos estaban manchados de un gris más oscuro, más húmedo igual que sus manos, parecían botas y guantes.

Salto de la zanja, se alejo hacia las luces, el silencio antes roto por el sonido de trabajo ahora se adueñaba de aquel campo de trabajo, muerte, ilusiones rotas y resignación. Ahora con forme se acercaba al villorrio, el sonido de aquella maquina de música llenaba el silencio, tornándolo alegre, al pasar cerca del arrollo se lavo las manos, cara, cuello y pies. De su zurrón saco una camiseta de publicidad, unos pantalones mas o menos limpios, y unas sandalias que el mismo había echo con un viejo neumático y unas cuerdas. Había que estar presentable en la taberna.

Villaparaiso, había sido en tiempos una casi ciudad prospera, cuando la fiebre del oro atrajo a mas de diez mil personas, ahora solo 300 buscadores seguían en aquel perdido lugar del mundo. Solo la luz de la taberna y las bombillas de colores de el rotulo indicaban que aun seguía vivo el pueblo, el entro y se dio cuenta que todo lo que veía era tan desagradable, que todo estaba como el sucio, viejo, gastado. Con paso firme se acerco a la barra y le pido un vaso de ron al camarero, que también era el dueño de la casa de cambio de oro por dinero.

Un golpe seco, un vaso de cristal sucio, y una botella borboteando llenaron de un mejunje trasparente el vaso. De un trago lo vació, lo puso en la barra y con un gesto de la cabeza indico que le echase otro, mientras saco una bolsita de tela gastada, la puso encima al lado del vaso y le indico al camarero que la pesase y se lo cambiase. Otro trago y el contenido del vaso se esfumo, como si se hubiese evaporado. Al rato el camarero llego con un fajo de billetes tan gastados como la vida que llevaban, una botella de ron viejo y una sonrisa. Le dijo que había tenido suerte el oro había subido y el ron era de regalo. Sin decir nada una sonrisa se reflejo en la cara, cogió la botella, le quito el corcho con la boca, pido otro vaso e invito al tabernero.

Paso la noche, la comida, la música, la borrachera, la casa y el chinchorro. La noche veloz pasó, la amanecida fue rápida como es en los trópicos, las aves, monos, insectos eran el mejor despertador. La cabeza le dolía como cada siete días, otra vez la rutina, pero si volvía a tener suerte se iría de allí.

martes, 27 de abril de 2010

Burbuja

El temblor de mi mano se acentúa
Al sentir tu mano acercándose
Mi respiración se acelera
Cuando siento la tuya en mi cuello

Mi cuerpo tensado se agita
Cuando tu piel desnuda le roza
Mis ojos deslumbrados en ti se fijan
Cuando tu boca besa la mía

Terremoto de pasión
Vendaval de deseos
Tormenta de placer

Sentidos alerta por sonidos y roces
Besos y caricias que crean un mundo
Burbuja de seda tu cuerpo y el mío.

lunes, 26 de abril de 2010

La reunión

Este fin de semana ha sido especial. Bueno no es que haya estado alojado en un mega hotel de 5 estrellas, o haya comido en un 3 estrellas de la guía Michelin. Lo que ha ocurrido es que un grupo de amigos, de compañeros de afición nos hemos reunido a comer y ha charlar en un precioso paraje en medio de la naturaleza. No ha hecho falta ni mesa con mantel de lino, ni copas de cristal de bohemia. Hemos comido de pie, con tenedores de plástico, con servilletas de papel y bebiendo el vino en una bota. Pocas cosas unen más a un grupo que el compartir la comida en la misma olla y el vino en la misma bota.

No somos mas felices por tener mas lujos, cada día estoy mas convencido, no somos mejores por tener mas cosas, eso lo estoy aprendiendo, no somos mas listos por saberlo todo, lo somos por nuestro afán de aprender, de escuchar. La reunión de gente que se ha visto una vez, o no se ha visto nunca, la hermandad que surge, la amistad que se siembra ese día, si se riega con cariño termina dando sus flores, y esas flores hacen que la siguiente reunión haya mas amigos nuevos.

Bueno el día comenzó antes de que el sol saliese por el horizonte, la carretera solitaria, sinuosa que se pierde entre las montañas nos dirigía hacia el lugar de encuentro. Delante del coche se cruzaban animales que para mi son comunes pero que siempre hacen que me ilusione por verlos. Corzos, conejos, perdices, algún jabalí y en el cielo que se va tornando de azul marino a un degradado de azules que termina en el celeste, manchado por algún reflejo rosado de una nube solitaria, se aprecian las siluetas de las aves rapaces, de los buitres, de los primeros pajarillos que se desentumecen con los primeros rayos de sol.

Tras mil y una curvas, tras cien repechos, tras ir descubriendo valles casi vírgenes, el sol alumbro con toda la majestuosidad las montañas por las que la carretera va bordando a las laderas una cinta de gris plata. Al final llegamos los amigos nos tienden su brazos, su sonrisa. Besos abrazos, preguntas, el silencio de aquel valle se rompe por una algarabía, por una barahúnda de risas y palabras. Todos acordamos salir al monte a buscar sus tesoros, las setas.

Tras el paseo por un monte lleno de musgo, de olor de la mañana, de gritos por haber encontrado la primera, y carreras del resto de los participantes para verla, con un ¡oooooh! de crío ilusionado cuando ves los fuegos artificiales, la mañana se paso, nos encaminamos al lugar donde prepararíamos la comida, donde contaríamos las batallitas que cada uno había tenido, la alegría y sonrisas pintadas en las caras. Todos colaboramos, todos damos nuestra opinión todos somos cocinillas, pero todos lo que deseamos es sentarnos y comernos las migas.

Migas, vino, café, dulce, risas y una botella de aguardiente. Sol, mas risas, un día que siempre quedara inolvidable que siempre quedara grabado en nuestros recuerdos, un día sencillo, con comida sencilla, con la naturaleza a nuestro alrededor, un gran día, con tormenta como tenia que ser, que hizo que nos refrescara la cara, que pintase con ese barniz especial que hace que la naturaleza brille con la limpieza del agua recién caída, que haga que los aromas del bosque y la primavera inunden ese día sencillo convirtiéndolo en un día mágico.

Bueno pues después cada mochuelo a su olivo, abrazos, invitaciones para la próxima reunión, lo único que siempre es triste, la despedida, pero que dura lo justo para que se convierta en un recuerdo de amistad. No os aburro mas, ese ha sido mi fin de semana, un fin de semana de amistad, hermandad y naturaleza. Espero y deseo que vosotros hayáis tenido también un fin de semana especial.

viernes, 23 de abril de 2010

Dorada luz

He soñado, palabras de esperanza
He soñado, caminos sin obstáculos
He soñado, sueños felices
He soñado, una mirada limpia

Desperté con una sonrisa en los labios
Desperté con el sol bañándome
Desperté aun cuando no dormía
Desperté con hambre de día

Luz dorada de la mañana
Luz naranja de la tarde
Luz blanca y radiante

Esperanza de días que vendrán
Sombras de dudas no me sigáis
Noche de estrellas y luna

jueves, 22 de abril de 2010

El puerto

Las olas se fueron retirando, su cadencia, su intensidad, su tamaño era menor, poco a poco la arena del fondo del puerto fue emergiendo, los barcos que allí dormían al resguardo de la fuerza del bravo mar del norte, se fueron recostando contra el suelo cubierto de algas, piedras y desechos, los cangrejos huían en desbandada hacia las rocas, Las gaviotas hábiles, les atacaban como si fueran cazas alemanes. Hacia menos de una hora que la ultima farola se había apagado, una claridad lechosa descubría aquel paisaje lleno de colores brillantes.

Aquella hora vespertina era la hora bruja, la hora en la que me gustaba pasear, recorría el muelle mirando como las barcas de madera, los pequeños barcos de pesca, se tumbaban perezosamente. Esquivaba las nasas apiladas, los cabos amontonados, las boyas y los aperos de la faena marinera. Mi paseo me solía llevar a la punta del espigón, allí donde la tierra dejaba de profanar el azul mar. Miraba al principio hacia el este a lo largo de la costa, aquella agreste costa de escarpados acantilados, con flequillo de color verde, con infinidad de calas, con praderas verdes que contrastaban con el negro de las rocas. Me gustaba ver salir el sol por detrás de la cadena montañosa de la lejanía. Las montañas de donde extraíamos la madera cuando aun joven empecé a trabajar en el astillero de mi abuelo como aprendiz.

Cuando la dorada luz empezó a iluminar la superficie calma del mar, dándole un tono azul topacio, solo roto por el continuo bombardeo de las aves marinas que haciendo clavados imposibles se sumergían para obtener su desayuno. Después de mirar a ver si podía volver a divisar como cuando era un niño los surtidores de las ballenas que se acercaban en aquella estación a la costa. Miraba el conjunto del puerto, miraba la zona profunda de la dársena donde los barcos grandes de chapa y fibra seguían balanceándose. Mire el pequeño astillero que ya casi no funcionaba, las virutas de madera que antaño eran siempre blancas por los troncos recién tallados, las pilas de madera que se curaban al sol, hoy solo quedaban cuatro troncos, los barcos que se alienaban como en una formación militar, por orden de construcción, donde se podía ver todo el proceso de nacimiento, de creación. Porque los barcos de madera tenían alma, el alma de las manos que lo hacían, el alma de la gente que los habitaba, que les hacia bogar.

Era una pena, pero el seria el ultimo delos carpinteros de costa de aquel puerto, no quería seguir viendo como día a día, su pequeños, se iban pudriendo, como ya nadie encargaba un velero, una gabarra, un bote de remos, solo reparaciones. Veía como la luz cegadora de la soldadura sustituía en sonido de los martillos y hachuelas, como la brea y el algodón que servía para calafatear los cascos era sustituido por la silicona y la fibra de vidrio, por los trozos de chapa cuadrados que parecían parches en los pantalones de un marinero desaseado.

Su querida Alada, el nombre de su barco, porque para el era como una estrella, porque era una mujer que hablaba con La Mar que surcaba. Que había nacido de sus manos, en donde había vertido parte de su alma, estaba blanco, reluciente sus rayas azules y carmesí, eran reconocibles desde lejos, sus dos mástiles, y su cabina con forma de albatros, hacia que cuando salía a navegar todo el mundo mirase con envidia. Nunca dejaría que se pudriese en el fango como otros muchos de los barcos que había construido. Aun le quedaban muchos viajes, aun podría volar con sus alas blancas desplegadas, aun sentiría en sus jarcias la tensión del aire, sonaría los quejidos de sus juntas, de su madera hablándole con un lenguaje que solo ellos podían entender.

No dejaría nunca que cuando el no estuviera ella se ajase con el paso del tiempo. Sabían ambos que siempre les quedaba iniciar aquel viaje soñado, rumbo al ocaso, que seria su destino, su final. Siempre recordarían el día de su partida en el pueblo, y verían como se perdían en el horizonte, majestuosos con todo el trapo henchido de viento, escorando para virar hacia el oeste. Ese seria su último viaje, pero eso solo lo sabían ellos.

Me levante, al notar el primer rayo de sol en mi cara, la brisa del mar había empapado mi chaqueta, mi gorro estaba perlado de minúsculas gotas de agua y sal, encamine mis pasos hacia la dársena, hacia el pequeño astillero de mi propiedad, allí un solitario esqueleto de el ultimo barco me esperaba, solo la quilla y las cuadernas, seria un magnifico velero, parecido al mío, espero que lo quisieran como yo. Al acercarme el olor de la madera recién cortada me volvió a mis recuerdos y en mi mente se formo la imagen. Ya quedaba menos para poder emprender mi viaje.

miércoles, 21 de abril de 2010

La lluvia pasada

La voz era dulce y fresca, tumbado bajo la sombra de aquel árbol, entre la multitud callada, miraba atentamente hacia donde provenía esa voz tan especial y melodiosa, al principio fue un hilo, que sonaba por encima del murmullo, de la cacofonía de voces mezcladas, luego conforme los oídos fueron captando las notas de la melodía, se fue haciendo el silencio, un silencio pulcro, quirúrgico. Todos miraban pero nadie localizaba al propietario o propietaria de esa hipnotizante voz.

La canción era lo de menos, lo importante realmente eran los sonidos, supongo que aunque hubiese estado recitando la tabla de multiplicar, nos hubiese hechizado a todos. Realmente era mágico. Todo acompañaba ese día, era el día de la fiesta de la patrona, sol, un cielo azul pintado con jirones de nubes, la pradera florida y pintada con rojos azules y amarillos, los arboles ofrecían u fresca sombra, el arrollo pletórico de agua le hacia los coros a la anónima voz. El olor de las viandas, inundaba el aire mezclándose con la fragancia del romero, de la lavanda, de las flores que habían roto la monotonía del verde.

Tal como vino se fue, la voz ceso, no se si duro un segundo, una hora, una vida, pero todos y pocas veces ocurre cuando termino nos quedamos en silencio, esperando mas, por una vez en la vida todos en el pueblo estábamos de acuerdo en algo, aquella voz era divina. Lentamente como la vida después del invierno los murmullos volvieron a la pradera, el tema de conversación volvió a ser el de antes de tan maravillosa interrupción, cosas vánales, ¡que rica esta la tortilla! Se oía en un corro, ¡que buen día hace! En otro, pero en todos de vez en cuando sucedía un silencio, y en el rostro de cada persona una sonrisa iluminaba su cara. Era el recuerdo de ese instante.

El día fue pasando, la romería se acababa, el sol cansado se acercaba al borde del horizonte haciendo que las sombras se alargasen, fuimos recogiendo, la pradera se fue quedando vacía, el murmullo se fue apagando, nadie volvió a oír cantar a aquel ave perdida, a aquel ser etéreo, que nos hizo soñar con otra dimensión por unos instantes. La pradera se quedo con el cri-cri de los grillos, el susurro del cantarín arroyo, el roce de las hojas por el viento.

Siempre recordare esa romería de ese año, no por que alguno del pueblo hiciese una barbaridad como en anteriores años, no porque la tarta de la señora Justina estuviese mas rica que el año anterior. La recordare por que a partir de ese día, muchos fuimos los que subíamos al prado por intentar volver a escuchar, descubrir quien fue, que fue.

Mañana habrán pasado 10 años desde entonces y será la romería, tal vez este año vuelva. Nadie en el pueblo se pierde la romería, nadie comenta aquel suceso, pero todos esperamos que se repita. Os espero bajo el viejo álamo, donde estuvimos aquel año. Las lluvias de este año han dejado la pradera y el arroyo como antaño. Creo que este año volverá.

martes, 20 de abril de 2010

Hoy igual que mañana

Ya casi no recuerdo cuanto tiempo ha pasado desde la ultima vez, aun me queda un vago sabor en la boca, un leve aroma en mi nariz, una sensación agradable en mis manos, mis oídos sienten el rumor lejano, que acompañaba al resto de sentidos que antaño eran tan claros que a veces dolía. Se que todo aquello era el pasado, que todo fue como un sueño que se trasformo en terrenal realidad. Hace tanto tiempo, o tal vez hace poco tiempo pero mi deseo ha aumentado. El deseo es un perro salvaje al que no se le puede poner ni bozal, ni collar, ni menos aun cadena.

La carretera recta, que se pierde en el horizonte, como si lo que tengo delante fuese un cuadro dibujado por un delineante, me deja avanzar hacia mi anhelo, me hace llegar poco a poco al final de esa línea. Abro las ventanillas, dejo que el aire frío llene mi vehículo, aspiro profundamente y mis pulmones se llenan de un aire puro, fresco, húmedo y limpio. Un aire que casi es doloroso, mis ojos se adaptan a la creciente claridad del amanecer, comienzo a ver a lo lejos las siluetas de los montes camufladas entre la bruma de nubes blancas y grises, transformándose en pasteles de chocolate y nata.

La impaciencia, hace que mi corazón y mi pulso se acelere, se que ya estoy cerca, se que pronto volveré a sentir lo que siempre he sentido. Es difícil pero refreno mi impaciencia, no quiero precipitar el reencuentro, no deseo acelerar lo tanto tiempo soñado. Tengo la sensación de que esta ansia es correspondida. Como un imán y un trozo de acero la atracción es cada vez mas fuerte, Aun no puedo ver, pero se que esta allí.

Las primeras curvas y subidas indican que mi trayecto se acerca a su destino, que pronto cambiare este ruido del motor por el sonido del viento entre los arboles, de la lluvia golpeando contra el suelo del bosque. Por fin tras un viaje largo, tras la noche, tras la subida a la montaña, llego al collado que separa los valles, paro mi coche, me bajo de el, miro y veo que estas allí, que has llegado como el amanecer, veo como despliegas tu áurea luz por entre las nubes del horizonte. Veo como triunfas como acudes a nuestra cita, como calientas con tus primeros rayos mi rostro, noto como trasformas con tu calor el frío rocío en vaporosa neblina, como se convierten en gotas de agua que caen al suelo. El viento acompaña tu salida limpiando a su paso las hojas caídas del otoño.

Hace tanto tiempo que no veo amanecer, que no te veo salir, que no te siento el primero de los mortales. Hoy será un día nuevo, de una era nueva, en un tiempo que comienza a contar desde cero. Hoy no puede ser como ayer, sin esperanzas, sin salida, sin sentir tu calor.

Tengo mucho que hacer, tengo mucho que dar, tengo ganas de sentirme libre. Solo cuando te he visto se que puedo hacer lo que desee, porque cuando algo se desea y se lucha por ello al final o al principio se consigue.

Hoy vi salir el sol, hacia mucho tiempo que no veía su triunfo contra la oscuridad, se que todos los días sale, pero muchas veces la pesadumbre no nos hace apreciarlo. Eso me ocurría a mí, creo que a partir de hoy comenzare a verte salir a diario. Que apreciare más lo que nos es dado gratuitamente y sin pedirnos nada a cambio.

lunes, 19 de abril de 2010

El pueblo

Por el viejo pueblo de calles empinadas, paseaba lentamente, apoyado en su bastón un hombre que por sus arrugas parecía que tenía la misma antigüedad que las calles gastadas que ahora pisaba. El pelo cano, cubierto por una boina negra, del mismo color que los tejados de aquella aldea perdida en medio de los montes. Las manos ásperas, llenas de callos, escritas de infinidad de cicatrices, producto de una larga vida de empuñar otro astil de madera, no el que actualmente era su apoyo fiel. Su cuerpo era enjuto, pero fibroso, aun quedaba el recuerdo de su vigorosa juventud, era como la imagen de su querida aldea.

Hacia ya mucho tiempo que nadie oía en las calles gritos y risas de juegos, solo los fines de semana los locos de la capital venían a perturbar la paz y monotonía diaria, aquellos locos e ignorantes que creían que la vida allí era mas fácil. Si supieran los días que había pasado asilado, sin más compañía que un buen fuego, su gato y sus recuerdos. Si supieran las semanas que había tenido que comer el pan duro amasado y cocido en el horno del pueblo una vez al mes, O no tener electricidad y en el invierno tener que acostarse cuando la nieve empezaba a caer.

Cuantas cosas habían cambiado ahora, luz, teléfono, carretera; porque antes había una senda que les unía con el pueblo mas cercano que estaba a un día de camino en burro (para los que tuvieran burro). Cuanta soledad y aislamiento, pero lo mas triste lo mas doloroso, lo que nunca nadie de fuera podría comprender era la perdida. Porque el había perdido tantas cosas, primero fueron sus padre, pero sus hijos compensaron aunque nunca sustituyeron, después los amigos, las fiestas, las risas de niños, luego se fue ella; bueno realmente solo se mudo para esperarle eso era lo que el pensaba. Después sus hijos se fueron a la ciudad allí no había futuro dijeron, los amigos que también como ella se mudaron.

La vida se empezó también a perder, porque el la dejo escapar, no porque no la amase, ni siquiera porque desease reunirse con su amor, simplemente porque estaba cansado, porque el verde de la primavera cada día se le hacia mas pardo, porque el blanco de la nieve cada día era mas gris. El azul del cielo, nunca le sorprendía ya, ni el cielo estrellado, ni el ruido del deshielo a lo legos en las cimas de los picos que rodeaban sus orígenes.

Al pasar por la plaza, miro la fuente, la iglesia, miro el valle que desde allí se podía ver con toda la magnificencia de la naturaleza aun no hollada por el mundo moderno, el sol caprichoso alumbraba aquí y allá por entre las nubes, creando escaleras de luz que ascendían hasta perderse en la maraña algodonosa que era la bóveda de aquella catedral. Los colores dorados de las hojas del año pasado contrastaban con el verdor incipiente de los brotes de este año.

Se volvió a maravillar de aquel instante, de aquella belleza, y supo porque el no se fue, porque el seguirá en aquel añejo paisaje hasta que se mudase con su querida mujer. El viento caprichosos y juguetón arremolino cerca de la fuente unas hojas que le recordaron cuando el era un chaval y jugaba con los otros críos al corre-corre que te pillo alrededor del pilón, de la fuente, de la iglesia. Bueno ahora sonrió ya no corría ni aunque se escapase el toro del "Salva".

Se sentó, apoyando su dolorida espalda contra la rugosa pared de pizarra, he hizo balance de todo lo que había vivido a sus ochenta y muchos años. Era cierto que había tenido carencias, pero también que nadie podría nunca haber sido tan feliz como el, con tampoco. Tenía su paisaje, no necesitaba ver cuadros teniendo ese paisaje. Nunca había viajado mas allá de su comarca, pero tampoco necesitaba conocer mas allá, su mundo era tan suyo, sus rincones eran sus paraísos, cierto que nunca había visto el mar en persona, pero se imaginaba que rea como la laguna, pero mas grande y salado. No conocía que era aquello la cocina de autor, él era el autor de su cocina, sencilla pero contundente cuando había para cocinar, frugal cuando no había, pero siempre y en todo momento natural, “lo que un hombre cultiva o cría con sus manos siempre es sano”. Ese era un dicho de su comarca.

Bueno, empezaba a refrescar, se levanto con su ritmo, lento, igual que el tiempo en su vida, su ropa gastada, como las losas de pizarra que cubrían el suelo de la calle, se encamina hacia su morada, con su bastón que había heredado de su padre, eran su herencia familiar, al agarrar su mango curvado, aun notaba la calidez de la mano de su padre, aquella mano ajada y áspera por haber sostenido durante tanto tiempo el astil de la azada, del hacha, las riendas del carro de bueyes, pero tan delicada cuando protectora cogía su mano.

En fin aquel día era tan especial como todos los pasados, como todos los que aun le regalase la vida, aquel día era otra muesca más en la madera de su existencia y no le desagradaba. Su figura se fue perdiendo, acoplando al paisaje, se difumino y mimetizo como si el fuese parte del cuadro que solo unos ojos acostumbrados podrían ver. El viejo pueblo, con sus calles viejas y sus gastados habitantes seguía erguido, viendo pasar el tiempo.

viernes, 16 de abril de 2010

Batuta

Ruido ordenado de música en mis oídos
Mis sentidos alerta siguen su ritmo
Mis ojos cerrados ven el color de las notas
Mi piel se convierte en el diapasón de sus vibraciones

Silencios, crescendo, fugas y tambores
Lejano violín que gime plañidero
Flauta dulce que imita el canto de una alondra
Música mágica de una estación

Sonidos que se trasforman en paisajes
Paisajes bucólicos de pintura multicolor
Tempo calmado de notas lentas

Mágico sonido acompasado
Vientos y truenos en el ocaso
Sinfonía de flores de primavera


jueves, 15 de abril de 2010

Gracias

La vida es últimamente un torbellino, un gran desagüe que hace que gire hacia un destino que veo y que por mucho que intento nadar contra él, se que al final me engullirá. Muy bien no se como he llegado a esta situación, pero no quiero caer en la mediocridad de echarle la culpa a los demás, creo que el culpable de lo que le ocurre a cada uno es el mismo; a veces por no saber mirar mas allá, otras veces por no querer ver lo obvio, otras por negar lo evidente, las mas por esperar que el resto del mundo te solucione tus problemas.

Hace tiempo comencé a soñar, soñar es bonito, pero no ves las ramas bajas que a la altura de tu cara te abofetean cuando andas, la realidad siempre supera cualquier sueño, si no fuese así, la utopía seria mejor que la vida. No creo que la fantasía sea mejor que la realidad, el porque es sencillo, prefiero una mano real en la mía, al sueño imposible de estar con la persona mas maravillosa del mundo. Con esto no quiero decir que no me guste soñar, ni que mi mente siga viajando a lomos de Pegaso, esa es una de las características que quiero que me acompañen hasta el día de mi muerte, quiero no perder mi parte de niño.

Muchas veces he estado tentado de dejarme arrastrar por el remolino, que inexorablemente y sin piedad me acerca a mi fin, ¿para que luchar? Y muchas veces después de preguntarme esto; he acelerado mis brazadas para escapar y así poder conocer a alguien que hace que mi vida sea otra vez mejor, que me anima a luchar, que nada conmigo durante un rato. Muchos han conseguido salir del remolino, tal vez, pienso que yo les he ayudado un poco y eso hace que mi lucha valga la pena.

Hoy después de mucho, después de muchas palabras sin sentido, pero todas expresadas con sentimientos, he pensado en dejar de escribir, de parar mi viaje. Pero resulta que antes de ponerme a escribir, la lluvia ha empezado a caer tan quedamente, tan suave, tan fresca y limpia. Que al final, como una hoja llena de tachones, con mala letra, se ha convertido en una mancha, en un mal sueño, he seguido nadando, aunque llueve y el horizonte se difumina, he visto el borde del remolino. Aun lejos, aun casi inalcanzable.En ese borde he visto manos tendidas, he visto gente animándome a seguir andando, a seguir haciendo camino, a perderme en bosques y desiertos, a que cuente mis viajes, mis sueños, mis sentimientos, dudas, alegrías o penas.

Por eso sigo manchando el virtual papel, que con virtual tinta, dibuja cada día un nuevo horizonte; puede que también virtual. Puede que el mundo virtual que he soñado tantas veces, las caricias escritas y no entregadas se conviertan en caricias reales, que alguna vez alcance esas manos amigas que me quieren sacar de este maldito bache, se que están ahí, que no me dejaran hundirme. Al menos la amistad sincera vale más que todo el dinero y las posesiones.

Gracias, gracias por tenderme vuestras manos.

miércoles, 14 de abril de 2010

Mil y un beso

Latidos de ritmos acompasados
Corazón de pasión desbocado
Noches de sedosa sensualidad
Pasiones silenciadas por dulces gemidos

Cuerpos retorcidos en mil esculturas
Fruta dulce de besos tiernos
Despertar en sueño en tus brazos enredado
Soñar en tu cuerpo con el mío en ti

Manos, piernas, labios
Piel, besos, placer
Sexo, pasión, deseos

Mil caricias innombrables
Mil palabras solo mías
Mil y una noches de cuentos de placer.


martes, 13 de abril de 2010

Acuarelas

Áspera tierra por hierro herida
De cosechas de vida henchida
Cuarteada y seca en el estío temprano
Verde y generosa en el otoño venidero

Agua que por tus venas corre
Sangre de vida, de clara presencia
Verde y morado desgarran tu piel
Azul y oro cubren tu cielo

Noche de estrellas
Amanecida de roció
Tarde de tormenta

Verdes campo, arboles verdes
Miles de colores de un cuadro
Y solo mis palabras para pintarte.


lunes, 12 de abril de 2010

Mariposa

Como alas de mariposas son tus besos
La seda de tu piel revolotea junto mi piel
Mis manos se aferran a tu etéreo cuerpo
Perdido en mil sensaciones me dejo llevar

Susurras palabras de fuego y pasión
Tus manos se pasean por mis sentidos
Tu piel brilla por mil perlas de lujuria
Mis labios beben de las flores de tus senos

Abraza el aire que nos rodea
Camina por los atajos del placer
Vuela sobre las nubes de nuestros cuerpos

Haz que este segundo dure una vida
Toma mi boca y mi cuerpo sin miedo
Dame tu ser con cada beso


viernes, 9 de abril de 2010

A dos pasos

Lejanía a dos pasos de ti,
Frío, hielo, en tu tacto
Azúcar amarga de un beso de adiós
Seda áspera del trino de un pájaro

Miedo por lo que vendrá
Pavor de una respuesta, de una palabra
Asco contenido, furia encadenada
Inconsciente, inconstante, insondable

Tropiezo mientras camino sin mirar el suelo
Miro, sin ver tu cara, sin sentir tu presencia
Ardo sin fuego, helado por tu frialdad

Manos ajadas por la tierra escavada
Tierra removida en busca de respuestas
Sombras negras de lacado ataúd.


miércoles, 7 de abril de 2010

Castillos de tiempo

Con la mañana nublada
busco el cielo azul,
resquicios de esperanza
tenaces intentan asomar
entre grises nubes.

Rayo de áureo sol
Briznas de perlas de lluvia
Línea discontinua de arboles
Horizonte perdido en la bruma
Mañana de atardecer rabioso

Primer día de la ultima era
Polvoriento suelo de hierba marchita
Irremediable perdida ignorada
Castigo de mil abrazos rotos
Dulce hiel de una bofetada

Castillos de bosques encantados
que sus piedras en musgo se ocultaron
que sus almenas en arboles se tornaron
castillos de atardeceres antiguos
castillos de sueños olvidados

Tiempo es de sol, de flor
Tiempo de renacer, de morir
Tiempo de colores pardos
Tiempo de amores de odios
Tiempo de mañana nublada

martes, 6 de abril de 2010

Madre tierra

La tierra llora por no ser oída
La tierra sangra por mil heridas
La tierra madre que todo lo da
La tierra anciana olvidada esta

Miramos sin ver, sin sentir
Oímos lamentos y no escuchamos
Notamos tus latidos pero no los sentimos
Ingratos hijos de una buena madre

Verde, azul, gris de ceniza
Marrón áspero de corteza viva
Flores amarillas y rojas de sangre

Madre tierra, perdónanos
Madre tierra, por enésima vez
Sigue siendo la madre tierra


lunes, 5 de abril de 2010

Raíces

Esqueleto escondido en mi pasado
De huesos de recuerdos blanqueado
De tradiciones de mis ancestros
Esqueleto de leñosas raíces

Recuerdos de palabras contadas
Tradiciones por mi vividas
Árbol de vida, de incontables años
Coloridos días de flores sin color

Carreras de niños, silencio de grandes
Doradas imágenes, velas humeantes
Canción desgarrada de garganta rota

Palabras que llegan, silencio que se va
Raíces profundas, raíces leñosas
Palabras calladas, silencioso murmullo

jueves, 1 de abril de 2010

Recuerdo

Un ángel ha pasado
de silencio acompasado,
nunca ante lo note,
la calma le iba siguiendo,
a sus alas pegado el calor,
a su lado la primavera,
en la brisa sus aromas.

Un ángel vestido de flor,
despacio se ha ido abriendo,
de colores ha pintado el campo
de pasiones los corazones,
el roció de la mañana,
ha barnizado las piedras
ha refrescado mis manos

Un ángel me ha dejado,
como recuerdo tu nombre,
con silabas de tierna brisa,
con aroma de dulzura,
como ha venido se fue,
en silencio, sin prisa.
Hoy el día fue mejor