miércoles, 12 de mayo de 2010

Ruleta rusa

La bola gira, se mezclan el negro y rojo, se difumina, pero los ojos solo miran la línea blanca que dibuja en el borde superior la bola. Se oyen susurros, ordenes de apuesta, se mueve el dinero, se cambian billetes por fichas. Joyas, trajes, humo, copas de bebidas espirituosas, maquillaje en exceso, frentes perladas por el sudor de la angustia.

Todos expectantes, cambiando su primera apuesta, otros firmes como rocas, algunos juegan con sus fichas, antes que el crupier ante la atenta mirada de el jefe de mesa diga ¡No va más! Se oye la voz seca de un hombre con la tez blanca, con los puños rojos por la tensión, que empujando un montón de fichas dice todo al 13.

Se hace el silencio, y toda la mesa lo mira, silencio efímero que dura 1 segundo escaso, todos piensan este hombre esta loco, lleva toda la noche jugando al 13 y ya ha perdió una fortuna. Pensamiento pasajero, porque su atención se centra en mirar sus fichas, en desear con toda su fuerza que la caprichosa bola se pare en el número que ellos han apostado.

Suena el golpeteo de la bola contra las costillas de la ruleta, el toc, toc, cada vez mas lento, hasta que se queda quieta girando como en un tío vivo, segundos eternos, las cabezas giran al ritmo del circulo de colores, intentando adivinar el numero, vislumbrar si es el suyo, mirando el color, que es lo primero que la incertidumbre descubre.

El crupier comienza su letanía, dice numero, color y si es par o impar. Suspiros, maldiciones, silencios graves, exclamaciones. Todos expresan en cierto modo su frustración, su alegría, su angustia, todos excepto el ganador, Que únicamente aprieta más los puños, los aprieta tanto, que las uñas se clavan en su carne, el crupier, recoge las fichas perdedoras, usa una rasqueta, pero para muchos parece una guadaña, es como si segaran el campo de las ilusiones.

Cuenta las fichas ganadoras, el 13 y pone tres montones de fichas de colores dorados y plateados, al lado del montón que hacia menos de 1 minuto había apostado aquel hombre impasible. Las del el negro, pone las misma que habían apostado, los conservadores, la del impar igualmente, luego están los que juegan a múltiple, y van cobrando según el riesgo, Con la misma guadaña que utilizo para atraer los frutos de la ala suerte empuja los de los afortunados.

El hombre impasible, pide que le recojan las fichas, que se las lleven a caja. El despacio, después de que le den el comprobante que no mira, se sienta ante la barra del bar, pide un trago, enciende un cigarro, solo entonces se da cuenta de que sus manos sangran, se da cuenta del dolor de sus músculos, descubre la angustia acumulada, respira hondo aspirando el humo. Es el primer cigarrillo, desde hace un año. Ahora sabe que sus problemas económicos han acabado, sabe que el resto de su vida no necesitara más dinero.

En el bolsillo interior de su americana junto al comprobante, hay una carta. Después de apurar las ultimas gotas de su bebida, se levanta se dirige a caja, presenta el comprobante, pero a la vez saca la carta. Leída hasta la infinidad, desgastada por sus dedos, las letras impresas e impersonales de una impresora. Una especie de mueca ms que una sonrisa se dibuja en su cara, la relee una vez mas mientras en cajero, va contando billetes multicolores, haciendo paquete, y el piensa que cada paquete es como un deseo a cumplir. El tiempo ya no importa, su vida siempre ha estado marcada por las cartas impersonales.

Coge el dinero, ni siquiera escucha el importe, ni le importa tampoco, solo sabe que hay 10 paquetes, solo sabe que hay diez deseos. Mañana será otro día, hoy al salir mira el nublado cielo, a través de la maraña de nubes vislumbra la claridad de la luna. Anda despacio, sabe que el amanecer de ese día marca el comienzo de su cuenta atrás. La vida nunca es breve ni es larga, la vida es como tú quieras mirarla. El ahora la mira a la cara, y cuenta el tiempo por deseos realizados, por sueños cumplidos.

No necesita más que un momento para comenzar a cumplir esos deseos y sueños. La carta en su mano, ahora ya no tiene sentido, la arruga, la deja caer, antes de que toque el suelo, el viento como si de un aliado suyo se tratase la hace rodar, volar, perderse. Para el es símbolo de que lo de atrás, las malas o buenas noticias quedan borradas, Puede que pronto, muy pronto después de cumplir aquella lista de cosas que quería hacer sus prioridades cambiaran o no tuviese prioridades.

Pero realmente nada importaba, solo el instante, solo él y sus circunstancias.

La ruleta rusa de la vida esa noche no había echo que la bala estuviese en la recamara, le había concedido una noche mas, ahora su consigna seria aprovechar cada momento como el ultimo. Su figura se fue perdiendo entre las sombras de la noche y las nubes. El es otro anónimo mas, nadie se acordaría de que gano en la ruleta, ni siquiera de su nombre, ni como era. La bola seguía rodando, el crupier gritando ¡no va mas! La bola sonando toc, toc, toc. La gente alegrándose o decepcionándose.

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