lunes, 31 de mayo de 2010

Tras la tormenta

Las primeras gotas fueron como obuses que creaban cráteres en el reseco suelo, un olor a tierra mojada se fue extendiendo por el ambiente, la neblina de las miles de gotas de agua que salpicaban al romperse contra la tierra sedienta, hacia que el ambiente se convirtiera en un baño turco, el cielo gris, los rayos a lo lejos, el zumbido del trueno al iniciar su crescendo.

Sin previo aviso, como vino la nube, como vino la lluvia, se fue, el viento que precedió a la tormenta se calmo, el suelo húmedo, el calor del sol, crearon un bochorno más asfixiante aun que la canícula que precedía al chaparrón repentino.

Nada parecía que había cambiado, solo el tono limpio y verde de las hojas, la quietud volvió, el verano avanzaba, el tiempo siempre se volvía a repetir. Entre las ramas de los arboles los pájaros se sacudían las plumas ahuecándolas, sus trinos y gorjeos se iniciado justo antes de la lluvia, llegando a su máximo esplendor después de caer la ultima gota, ahora el calor los enmudecía.

El minutero del día avanzo, el segundero de la estación se había parado, como todo en aquel paraje, La tranquilidad, la quietud, llego hasta instalarse en el otrora ruidoso bosque, no era un silencio de miedo, era un silencio de sueño, de descanso. Aunque el bosque nunca esta callado, a lo lejos el sonido de una piña al caer contra la pinocha que ahora empezaba a secarse, el crujido de la corteza de los arboles, al evaporar la humedad de sus recovecos.

La neblina densa fue ascendiendo, pintando en el sol, que se escondía por los roquedales de las montañas un arcoíris fantasmagórico. Parecía que el mismo astro estuviese sudando por el calor que el producía. La tarde dio paso a la noche. La luz dorada a la plateada, el silencio al canto tímido de los grillos, al zumbido monótono de las chicharras, al roce de las ramas por la brisa de la noche.

Como vino se fue, todo en un instante mágico, todo esta para quien sabe sentir. El sol, la luna, la lluvia del estío, el aroma del campo, el sonido del silencio. Todo pasa, pero todo vuelve, nada permanece igual; cambia levemente, pero la costumbre no deja que veamos esos cambios, porque somos los primeros que cambiamos y nunca nos damos cuenta.

El viejo mundo, se viste de adolescente cada mañana. Nos da una lección, quien quiera aprender; no necesita mas que mirar, escuchar, tocar, oler o sencillamente hablar. Aunque pensamos que nadie nos escucha, seremos un sonido mas del bosque, unas notas en el viento, una canción del calendario que como las hojas del árbol se va renovando.

Mira pues hacia tu sombra, ¡anda deprisa! o ¡despacio!, tiéndete en un fresco prado, bebe de las gotas del roció de la mañana, vístete de hiedra y deja que la madre te acune, no midas el tiempo por un reloj, no apuntes los días que pasan, no cuentes las estaciones. Vive cada instante aprendiendo de lo que sientes, ese es el tiempo que ha de marcar tu vida, mi vida, la vida de todos los seres de este pequeño, pero maravilloso universo que es nuestro planeta.

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