viernes, 14 de mayo de 2010

Estatuas de sal

La mayoría de las personas creían que aquello era pasajero, todo en esta vida tenia fecha de caducidad, los ancestros decían:” no hay mal que cien años dure”. Todo pasaría, pasaron las guerras, pasaron los tiempos del hambre, pasó la vida, para algunos deprisa, para otras eternas, para otros efímera; igual que la belleza de una flor.

Todos los reunidos se miraban unos a otros sin saber que hacer, sin saber donde ir, sin querer ser el primero en dar el primer paso o decir la primera palabra. Todos esperaban que la responsabilidad recayese en otro.

Ya nadie se acordaba de cuando fue su último movimiento, ya nadie recordaba cuando se escucho la última palabra, en su piel notaban el frio de la noche, el calor del medio día, la lluvia de la tarde.

Cada minuto que seguían allí inmóviles, parecían más estatuas, detenidas en el tiempo desde el día que recibieron el último golpe de cincel de su creador. Su metamorfosis estaba siendo inversa a la del cuento de Pinocho. Sus carnes se volvían roca, madera, metal.

Un pájaro osado, una paloma audaz, un gato perdido, eran los únicos que se movían por entre el bosque de piernas, eran los únicos seres vivos que hacían por no estancarse, pienso que era el instinto de supervivencia, que por desgracia los seres humanos van perdiendo.

Los móviles se habían silenciado, las baterías se habían gastado, la ropa se iba cubriendo del fino polvo gris de la contaminación que día a día desaparecía. El hambre y la sed ya habían pasado, el cansancio por estar en la misma posición se olvido; es mas, se les había olvidado hasta moverse.

Algunos empezaron a no pensar, el tiempo seguía avanzando, otros solo miraban hacia el cielo, hacia el frente, hacia la persona que tenían al lado. Todos miraban sin ver, con mirada vacía. La inmovilidad, la apatía, la falta de decisión, poco a poco los iba trasformando en estatuas.

Algo se tenia que hacer, pero ¿Qué? Silencio. Solo impasibilidad.

Paso mucho tiempo, el mundo había dejado de sonar artificialmente, solo se escuchaban sonidos naturales, aquel grupo de hombres ya no era mas que formas, troncos de arboles sin ramas, rocas cubiertas de musgo, la carne se fue sustituyendo por barro, por serrín, por retazos deshilachados de lo que antes eran vestiduras.

Todos estaban dormidos, con el sueño profundo del olvido, con los ojos que eran de vidrio velados. Con el corazón parado, con la sangre seca, todo por no haber sido capaces de dar un paso aunque hubiese sido solo para tropezar y caerse. Para tropezar y levantarse.

Ahora, noto como mis músculos tampoco se mueven, veo que los demás no quieren decir nada, hacer nada, pero yo no quiero ser otra figura de terracota, prefiero sentir dolor, hambre, angustia, miedo. Prefiero perder para poder intentar ganar de nuevo. No nos paremos, no dejemos que los demás lo hagan por nosotros. Aunque sea poco hagamos algo.

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