martes, 17 de noviembre de 2009

Entre la tierra y las nubes.

Cuando el domingo amanecía, yo ya estaba en la cima de la sierra. Me desperece con el viento frio de las montañas, el despertador fueron las nubes que chocaban contra la ladera de la montaña, subiendo en espirales como olas que se estrellan contra un acantilado. En Madrid no tenemos mar, pero todos los madrileños miramos el horizonte buscando su azul. En Madrid no tenemos playa, pero todos los madrileños en cuanto vemos un charco aspiramos fuerte por si oliese a sal, a yodo, a brea. En Madrid solo tenemos un aprendiz de rio, pero todos los madrileños somos marineros frustrados. Bueno como decía las nubes marcaron el límite del amanecer.
Llegaron los amigos al mismo tiempo que los rayos de sol anunciaban un bonito día de campo.

Saludos, planificación del día, mas esperanzas que certezas y salimos a buscar a esos seres esquivos, que aunque no se mueven se esconden, fuimos en busca del tesoro del final del arcoíris. No buscamos una olla repleta de monedas de oro dejada por un gnomo, buscábamos la cas del gnomo, las setas.

Curiosa leyenda lo de los gnomos, las setas, cuando entras en este mundo, descubres el porque, descubres la razón y la explicación de que los enanitos vivan en esas setas coloradas con manchas blancas. Es que esas setas son alucinógenas. No saben na los enanitos.

Empezamos nuestro andar por unos bosques húmedos, cubiertos del roció de las nubes de la noche anterior, las amigas empezaron a asomar.

La verdad parecemos niños cuando vemos una seta, es algo tan especial, son tan atrayentes, tan misteriosas, tan diferentes del resto de los seres vivos, saben elegir esos sitios tan especiales para nacer, vivir, florecer y morir.

Interesante la afición que nos agrupa, dentro de ella esta el afán de conocer los hongos, la gastronomía, el amor por la montaña, el respeto por la naturaleza, la fotografía, etc.; y seguro que alguna cosa mas que se me escapa.

Después de andar, encontrar, gritar como chiquillos, comer, volver a andar, recolectar y casi ser toreros, regresas a casa, con un puñado de setas, un montón de fotos, y unos recuerdos que nunca se podrán olvidar.

Luego el lunes maldito, con agujetas, con dolor de espalda, prometiéndote que no madrugaras tanto el próximo fin de semana (esto a las 6:30 AM, cuando ha sonado el despertador). Pero después de desayunar, ya estas pensando en donde ir el siguiente fin de semana.

Hoy ha sido un paseo corto por la tierra, entre las nubes, hemos terminado como el día con promesas del mañana. Me alegraría que pudieseis oler el bosque como yo lo hago cuando cierro los ojos y pienso en el, si lo he conseguido me alegro, sino lo mas fácil es que valláis a el y aspiréis su aroma.

Os espero en el próximo desvió, para entrar en otro sendero.



Los tesoros del bosque.

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