sábado, 16 de enero de 2010

La pradera

La temporada había llegado, lo notaba y veía por doquier, no había carteles que lo anunciasen, pero aunque estuviese todo plagado de ellos a él le no le habría importado, ni los hubiese interpretado, porque algo le decía que ya estaba allí.

El olor dulzón y esquivo de otros años ya impregnaba el aire que le rodeaba, nada le impedía ese año cumplir con el ritual que desde el principio de los tiempos se realizaba en aquel monte, este año era su año, lo notaba, sentía el vigor de su juventud corriendo por sus venas, la fuerza en sus músculos, la decisión en su cabeza.

Al pasar cerca del arrollo se vio reflejado en el remanso que este hacia cerca del árbol que callo esa primavera con la ultima tormenta, decidió que le gustaba lo que el agua escasa pero fresca le mostraba, veía su pelo reluciente, sus músculos marcados, su estampa imponente, este año en la reunión conseguiría conquistar a la que la temporada pasada le robo las miradas para cualquier otra. Esta vez no cedería ni un milímetro ante sus adversarios.

Cuando llego al prado de la reunión, comenzó a ver como se iban reuniendo en los lindes del boque, vio lo que hacia unos meses era un manto de hierba verde y dulce, salpicada de flores de todos los colores. Ahora era un agostado manto de pajas secas, arbustos leñosos con hojas pardo oscuras, pero también se fijo en que las semillas del trigo salvaje, de la avena loca estaban en su sazón, eran como pepitas del dorado metal.

Sus sentidos le hicieron que volviese la cabeza para ver como se acercaba la hembra más hermosa que había visto, la que el año pasado se ofreció por primera vez. Su aroma, sus formas, su paso elegante, le comunicaban que estaba dispuesta, que le aceptaría si la sabía conquistar. El se irguió instintivamente, dejo de mirarla, y se mostró altivo, intentando exhibirse lo mas grande, imponente y atractivo.
Ella paso a su lado sin mostrar interés, no seria apropiado, ¿que dirían sus compañeras?, a su lado correteaba su retoño fruto de la reunión del anterior Otoño. Era bello, aunque aun tendría que pasar mucho tiempo para que fuese igual que su padre. Ella recordaba al joven del año pasado que intento seducirla, que intento ser su compañero para la tarea sagrada a la que año tras año acudían. Este año estaba mas hermoso, mas poderoso, seria un buen compañero si era hábil en la liza, si conseguía conquistarla con su fuerza y habilidad.

Entre ellos no hubo mas que un leve roce que ella coqueta, como si de un traspiés hubiese sido le regalo al loco pretendiente, fue suficiente solo el contacto de sus pieles para que se les erizasen los pelos. Era lo que ella pretendía.
En la pradera ya estaban reunidos bastantes individuos, las hembras reunidas en grupos, los machos solos, mirando a otros machos, pavoneándose delante de los grupos de las jóvenes, paseándose, lleno sin rumbo, sin prisa, en silencio. Ellas tenían que ver la mercancía, comprobar lo bien que el año los habían tratado.

Todos esperaban la señal, ellos con mas tensión en sus músculos, con mas furia en sus venas, ellas con mas expectación, mas excitación con cada nuevo desafío, con cada nuevo joven que se acercaba a su grupo.
Cuando llego al centro del claro, vio al que el año pasado había ganado a la dueña de sus deseos. Era el más fuerte de todos, el más poderoso, el más grande. Aunque nunca se lo dijo su madre el era su padre. Lo veía en si mismo, en su porte, en su elegancia, en su fuerza. Nunca le perdonaría a su padre que le hubiese robado cada año a su hembra.

Se planto delante de el, sin hacer ruido. A lo lejos se escucho el sonido como de mil trompetas desafinadas, la lucha había comenzado, cientos de voces se elevaron retándose. El joven al principio tímido miro al que era su padre y le reto, pero este ni siquiera le miro. De repente noto el empujón desde atrás de otro joven, se volvió rápidamente y vio como era retado a luchar. Se gritaron, se observaron, caminaron en círculo con precaución, estudiando a su adversario. Descubrió que era más joven que el más inexperto, espero a que se lanzase y firme le espero.

Tras el impacto inicial, firme sin retroceder, empezó a tomar ventaja, a hacer que reculase su oponente, a que casi hicieses que su cabeza tocase el suelo, claramente él era superior. El otro al comprenderlo se retiro, humillado y jurándose venganza para el próximo año.

A la primera batalla le siguieron muchas más, el día fue pasando, solo acompasado por el ruido que producían las escaramuzas, por los sonidos broncos de las gargantas de los contendientes. Los perdedores se alejaban, los vencedores se volvían a enfrentar, solo podía quedar un vencedor, el que seria el rey de aquellos parajes por un año.

Agotado tras un numero de batallas del que había perdido la cuenta, se dio cuenta que solo quedaban un puñado de individuos, por combatir, vio que su padre vencía a otro macho que parecía igual de vigoroso. El luchaba con uno de los senescales de su padre, estaba dentro del grupo de los elegidos, esperaba no tener que luchar mucho aun ya que se encontraba casi exhausto, todo el día sin comer ni beber, todo el cuerpo lleno de magulladuras. Ya casi ni recordaba a la preciosa joven que le miraba cada vez con menos disimulo.

Casi ya de noche, le toco luchar con el rey, fue breve, fue muy rápido, sabia que aun no podría nadie arrebatarle el puesto, pero no se arredro, arremetió con todas sus fuerzas, con toda la experiencia acumulada en sus anteriores años en sus batallas del día. Fue inútil, el rey solo tubo que esperarle, que dejarle que se cansara, y demostrarle que aun no heredaría su trono, el rey se sintió satisfecho de los progreso de su hijo. Este año le premiaría, dejaría que eligiese su grupo, sus damas.

En el mismo instante que el sol se ocultaba, se escucho el poderoso bramido de la garganta del vencedor, el macho que durante muchos años había sido el dominador, el rey, reunió a los mas fuertes, a los que habían ganado el derecho de enfrentarse con el. Ellos sabían que tendrían suerte ese año, que no tendrían que correr solos, que tendría un pequeño grupo.

El joven tímido miro hacia arriba, vio como el le devolvía la mirada, como le decía sin palabras que podía marcharse con los que el eligiese. Realmente este año si podría estar con aquella preciosa hembra, además sus amigas no estaban mal. Se volvió, y se dirigió al grupo, acerco su cuerpo al de ellas, rozo su nariz con la de ella, que solo tenia ojos para el.
Mañana comenzaría su tarea, podría la fin gozar de las mieles del triunfo, esta noche tenia obligaciones, tenia que buscar refugio para ellas, alimento, tenia que demostrar que el era capaz de cumplir con las seis jóvenes.

Pasaron unas semanas, las primeras nieves llegaron. Las hembras estaban todas esperando retoños para la primavera. A lo lejos el rey como todos los días miraba desde su atalaya. El joven miraba al rey, y luego a sus hembras. De repente un trueno sin nubes y el rey cayó como un árbol al que talan.

Los cazadores se acercaron corriendo, entre risas y cháchara, comentando el disparo, mirando la pieza abatida. Uno de ellos comento: “Menudo ciervo, al menos tiene 12 puntas, tiene que ser el jefe de la manada seguro”

Este año seguro se dijo el joven ciervo seria uno de los vencedores, seguro que dispondría de las hembras que el decidiese, ya no había rey, el podía ser el próximo.

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