jueves, 24 de diciembre de 2009

La escalera de caracol

Que duro es crecer, pero mas duro es entender los cambios que se agolpan en la puerta sin anunciarse, sin explicarte que por mucho que quieras ser Peter Pan, al final siempre tendrás que terminar siendo el Señor Pedro Sarten.

Duele: Duele el ver que los que antes eran gigantes son como tú, que los que eran como tu ahora son mas frágiles. Siempre he pensado que nuestro corazón es un musculo que no siente el dolor físico, pero sensible al dolor del alma. Somos como un trozo de madera, el cuchillo de la vida va sacando de su interior una escultura, a veces muy bella, a veces grotesca, pero esa figura cuando tiene la forma esta llena de astillas, espinas, grietas. El tiempo, la experiencia, el dolor, el amor, la mentira, el odio, la gratitud, la luz y las sombras; son una lija que va perfilando y limpiando esas imperfecciones.

La figura grotesca puede que con ese fino trabajo de ebanistería saque toda la belleza que esconde sus dobleces, sus grietas, sus vetas. La figura bella la que todos admiraron cuando al ser desbastada revelo una madera fina sin grietas sin vetas sin imperfecciones también puede esconder tras el refinado un corazón blando y podrido. Entonces cambian las tornas, cambia la mirada, cambia la vida, esa madera termina siendo un desecho que alimenta la hoguera de la sociedad. Es tan común, tan vulgar, con tampoco interés.

La raíz retorcida y grotesca, se conserva, se alimenta, se sigue puliendo y sacando detalles. La madera que era lisa y con el corazón de esponja al final se diluye, se pierde. Sin embargo de esa madera siempre se puede aprovechar algo, si la desechamos del todo y la damos por perdida, perderemos la posibilidad de descubrir los nudos y las volutas que adornan, que pueden admirar, el todo puede que no diga nada, pero las partes si son un universo. En otras ocasiones he dicho que las cosas pequeñas son las cosas importantes, este es un ejemplo.

Tan grande es el tronco del que salimos, como la cantidad de desechos que deja el artesano de nuestro destino al tallarnos. Los montones de viruta, el serrín, la corteza, todo se puede reutilizar, todo son enseñanzas y experiencias que la vida barre y hace que se olvide. Pero que nosotros tenemos la obligación de recordar. Siempre decimos no hagas eso, ¡que es malo! ¡Que esta prohibido! ¡Te vas ha hacer daño! Lo dices porque tú viste que no era bueno, que dolía, que lo que estaba cerrado con llave no era el paraíso era el infierno. Pero todos y todas las generaciones lo hacemos, no sabemos trasmitirlo a la nueva. O será que necesitamos sentir la lima de nuestros errores para darnos cuenta de lo que estamos avisados.

Puede que la generación que nos esta reemplazando logre trasmitirlo a la siguiente. Je, Je, Je; no es una risa irónica es una sonrisa pensando que eso mismo pensaría mi padre y mi abuelo, y creo que lo pensaran mis hijos cuando piensen en los suyos.

La vida es un círculo cerrado, o mejor una escalera de caracol sin principio, sin fin, sin descansillos para que podamos detenernos. Miramos hacia abajo, y vemos los que suben, y la oscuridad de la incertidumbre del futuro, miramos adelante empujando al que nos precede. La parte de arriba de la escalera si es clara y concisa, llena de neblina la neblina del olvido, pero hay luz, por eso subimos huyendo de la oscuridad. El hombre como individuo huye hacia el pasado.

Hoy la escalera tiene peldaños nuevos, muy gastados, porque alguien ya los piso, pero nuevos para mi, los peldaños de la adolescencia de mis hijos.

Dios porque no escucharía a mis padres mas atentamente cuando ellos pasaron por aquí.

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