martes, 15 de diciembre de 2009

Una ciudad, cien países (parte 2)

Es de noche, solo se ve desde la ventanilla del avión un montón de luces, la línea de la costa, y el negro de la superficie del mar, solo alumbrado por algún barco que esta faenando, o tal vez de paseo. Notas el ruido estridente de los motores, el viento en el tren de aterrizaje, los “ding” de abróchense el cinturón, ves como las luces se van transformando en avenidas, edificios en farolas, coches circulando. Notas como el avión desciende, como las ruedas del tren posterior tocan tierra con un chirrido de frenos, como el morro se endereza y las ruedas tocan tierra, los motores rugen para frenar el avión. Y la cultura sajona, dios como son, “aplauden porque hemos tomado tierra”. Haber que es su obligación señores, que si lo hace mal nos matamos.

Te desean que el viaje haya sido de tu agrado, que esperen tenerte a bordo de nuevo, cuando sales del avión te dicen good night. , con una sonrisa de Betty Boo. Y tu enfilas el pasillo que llaman”finguer” y que en un idioma civilizado es dedos. Hay que ver o que es la ilusión, esperas ver a la vuelta del pasillo, la imagen preconcebida del país donde vas. Normalmente son clichés, alimentados por el cine. A mi me ha pasado en otros viajes. Aquí, volví la esquina y me tropecé con un Vaquero, con sombreo de ranger, botas de montar, un estuche de rifle a la espalda, y chaleco country. “Estoy en América” aquí todo es posible, no es una frase es verdad.

Entras en la terminal, recogida de baggajes, ósea recogida de equipaje. Una cinta muy grande, todos con sus maletas, excepto los dos españolitos, que después que se van todos, siguen mirando dos maletas olvidadas desde hace tiempo, que ya son como los perrillos que te siguen en busca de una caricia, puestas allí tal vez como nuestras maletas, dando vueltas en cualquier aeropuerto de es país inmenso, huérfanas de sus propietarios dando vueltas y con dos japoneses mirándolas igual que nosotros en este aeropuerto. Total, al mostrador de maletas perdidas.
Cansados, con mas hambre que un colegio etíope después de una semana de ramadán, nos dirigimos hacia el mostrador, allí, un señor de raza oriental, (creo que era chino) muy amable con una sonrisa perpetua, y con un ingles del que solo entendí Míster Pedrooo, yourr bag is missig?. Yo en mi mente intentando construir la frase pa decirle: me cago en la leche del viaje a USA, ¿crees que si no estaría aquí para darle recuerdos a tus antepasados? Que bonitas son las relaciones humanas.
Conseguimos hacernos entender gracias a una mestiza chino-rusa-mejicana, que sabia algo de español. A todo esto llevamos más de 17 horas desde que salimos de España, con una bolsa de patatas y una lata de COKE. Y en España, están desayunando. Aquí son las 11 de la noche, cenar imposible.

Taxi por favor. Con el idioma universal de signos, y la dirección del hotel garrapateada en un papel. Un neceser suministrado por la compañía con jabón, cepillo de dientes, maquinilla de afeitar, y nada más., llegamos al hotel, por fin. Vamos a tomar algo ¡decimos!. Te registras, dejas la maletas, encuentras otros españoles y preguntas donde puedes tomar alguna cosa. Te manda a un Pub irlandés, donde apartir de las 12 de la noche no sirven comida. Y son las 12 en punto. Alguien del grupo dice pues en España son las 9. Habrá que desayunar.
Como no tienen comida, cereales liquidos(vamos una jarra de cerveza), sin panchitos ni nada, que esas cosas en aquellas latitudes no se estila. Tras la tercera cerveza, sin sueño, `por unas calles dormidas desde hace tiempo, camino del hotel. Piensas en lo bien que se vive en nuestro pequeño país.
Te acuestas sin desvelado, pues tu cuerpo lleva el ritmo de casa, y te despiertas a las 6 de la mañana aburrido de sirenas de policía, del ruido de tus tripas, del olor de panceta frita (aquí lo llaman beicon). Te duchas y cuando vas a echar mano a tu ropa. Mis maletas. Recuerdas que te las han perdido. Menos mal que hay amigos en el hotel, por lo menos te pueden dejar alguna camisa sin usar. Y que como llevan ya dos días aquí, han estado comprando ropa en Meisys.

Sales con todo de prestado, en el hotel no dan de desayunar. Son las cuatro de la tarde te recuerda tu estomago, por mucho que el reloj, se empeñe en decirte que son las 7 de la mañana. Al final empiezas a desayunar a las 9 de la mañana. Un desayuno muy equilibrado: Tortitas con mantequilla y jarabe de arce, huevos a la plancha con mantequilla, patatas fritas en mantequilla, beicon frito en mantequilla. “Por dios esta gente no conoce el aceite” solo la grasa; pero al menos calmas los gruñidos del estomago, y la luz del día te da otra perspectiva.

El viaje de negocios empieza. Esa es otra historia, una historia como la de Usa, que corre paralela a la del resto de la humanidad, ellos viven en una dimensión paralela.

Pero eso lo contare mañana, espero que estéis dispuestos pues esta historia tiene tantas etapas como queráis que os cuente….

Hasta mañana.


Cafetería típica americana.

Por las calles de la ciudad.El sueño americano

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